28 de marzo de 2024

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Argentina – FMI: El “Remake” de una vieja historia, por Juan José Postararo*

*Periodista – @jotaposta

Tras diez años de ausencia la Argentina vuelve a recibir la visita del Fondo Monetario Internacional. Una comitiva del Organismo arribo días atrás, con el objetivo de iniciar una «ronda de reuniones» que culminarán con la incorporación de Argentina en el Artículo IV del organismo de crédito.
Esto implica que especialistas del Fondo supervisarán las cuentas públicas del Gobierno y la situación económica en reuniones con funcionarios, integrantes del sector privado, legisladores y organizaciones civiles.
El FMI comienza entonces una nueva y turbulenta trama de una historia que lleva años. Un repaso de esta relación, con idas y vueltas, puede resultar interesante para entender el presente y vislumbrar el futuro.
El génesis del Fondo transcurre tras el desembarco aliado en Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial, en 1944, en la llamada Conferencia de Bretton Woods. La “neutralidad” del país, en aquel conflicto bélico, no lo hizo partícipe de aquel momento. Por ende, la Argentina, recién se incorporaría el 20 de julio de 1956 como miembro número 59.
Desde entonces, pasaron tanto Gobiernos civiles como militares y todos, sin excepción, recurrieron a sus préstamos con diferentes argumentos. Economía y FMI son cuasi sinónimos desde aquella época.
Durante los primeros periodos (que abarcan hasta fines de la década del 60 y principios de los 70) tanto el País como el resto de América Latina comienzan a sufrir un problema de endeudamiento crónico. Entonces las relaciones con el Fondo eran de carácter coyuntural, cuando había un desequilibrio de corto plazo o un desbalance de pagos.
El General Perón, recuerda que al momento de asumir la presidencia (en 1946) el primer funcionario en llegar al país fue el presidente del FMI, con directas intenciones de que Argentina se uniera al organismo. El líder de las masas populares tuvo una definición concreta para aquel momento “»se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo».
Fue el gobierno encabezado por el general Pedro Aramburu, en 1956, quien puso finalmente la firma, recibiendo un primer préstamo que daría inicio a una cadena que no se detrendia en cinco décadas.
Las razones fueron siempre disímiles y los resultados persistentemente los mismos. En 1958 se firmó un nuevo acuerdo para sostener un plan antiinflacionario; en 1959 para apoyar la balanza de pagos; y en los años 60, 61 y 62 para aumentar las reservas internacionales.
La llegada al poder de Arturo Illia (1963) vino con otro acuerdo “bajo el brazo”, esta vez se recurrió al Fondo bajo pretexto de contener la inflación. Misma excusa utilizaron los militares que lo derrocarían tres años más tarde.
Durante el último periodo de Perón en la Casa Rosada, se cancelaron obligaciones anticipadas, aunque un par de años más tarde, con la sangrienta Dictadura Militar que azoto el país entre 1976-1982, se firmaron nuevos acuerdos.
Inversamente proporcional a la desaparición de la faz de la tierra de miles de argentinos, la Deuda Externa crecía a pasos agigantados. Llegó a superar los 40 mil millones de dólares. Un detalle más: los mismos banqueros que por entonces prestaban el dinero, se lo llevaban a través de sus negocios y asociados. La fuga de capitales acabó con las reservas internacionales y el país entró en una virtual cesación de pagos.
En 1982, en coincidencia con la Guerra de Malvinas, México entra en intermisión de pagos externos y se empieza a vislumbrar una inexorable crisis financiera regional.
Desbastada y derrocada, moral y económicamente, la Argentina pierde toda posibilidad de solvencia monetaria y queda supeditada a a los criterios del Fondo y de los mercados.
La llegada de Ricardo Alfonsín y el advenimiento de la Democracia, en 1983, no tuvo el mismo impacto en lo social que en lo económico. El endeudamiento no se detuvo, así como los pactos firmados y nunca cumplidos con el organismo. El fracaso de los planes Austral (1985) y Primavera (1987) concluyeron en la hiperinflación y la salida anticipada del gobierno del caudillo de la UCR.
Durante la década del ´90, la relación con el FMI fue quizás la más fluida (hasta estos días). En 1991, en el marco del Plan Brady, el por entonces presidente Carlos Menem hizo aprobar la Ley de Convertibilidad, respaldado por un acuerdo con el FMI; Argentina obtuvo también un convencimiento (llamado de “facilidades extendidas”) entre 1992 y 1995.
El país entraba en la nefasta era de las privatizaciones. Aerolíneas, YPF, el Gas, los trenes, entre otros, pas{o del Estado a manos privadas. Más de 300 empresas publicas eran “rematadas” al mejor postor, para el regocijo del FMI y la comunidad financiera internacional.
Fue el chispazo que inicio el fuego en una mecha que vio su fin en 2001. La Argentina “voló” por los aires, en una de las mayores y más cruenta crisis a nivel socioeconómico de toda su historia.
Pese al acatamiento feroz de aumento de impuestos y los cortes presupuestarios, exigidos por el FMI, nada pudo detener el vendaval que se llevó consigo a los Gobiernos de De la Rua, Adolfo Rodríguez Saa y Eduardo Duhalde. El default, la devaluación y la inflación, contenida en parte por el corralito financiero, marcaron la realidad argentina hasta las elecciones de 2003.
Poco importaban entonces los números que reflejaban un 57,5% de pobres y otros 25% en situación de indigencia. Al poderoso FMI ya no le interesaban las “relaciones carnales” con el país del Cono Sur. Sus recetas flaquearon, quedaron desnudas en la inoperancia y la mano fue soltada.
Sería Néstor Kirchner (que asumió en 2013) quien lograría cancelar de un plumazo los 9 mil 500 millones de dólares de la deuda de Argentina con el FMI, en el año 2006.
Finalmente, luego de muchos años, el País recuperaba gobernabilidad y solvencia, con recursos propios, lograba generar excedentes en el balance de pagos permitiendo tomar decisiones macro y micro económicas sin la necesidad de la mirada “experta” del Fondo Monetaria, aquella que paradójicamente la había llevado a la ruina.
Doce años duró el Kirchnerismo en el poder, y esa misma cantidad corresponde a la ausencia fiscalizadora del Organismo en los menesteres domésticos.
La llegada del Presidente Mauricio Macri, la toma de nueva Deuda y el pago a los Fondos Buitres a meses de su gestión, han dado un nuevo giro en materia económica. Bajo el lema de “reinsertarse al mundo” el primer mandatario y su equipo han intensificado las relaciones con los Organismos de Créditos Internacionales. Esto ha implicado la aceptación, por parte del gobierno, para que se vuelvan a realizar auditorías del Fondo Monetario Internacional, al sostener que el país «no tiene nada que ocultar» sobre sus cuentas públicas.
Comienza así entonces, una “remake” de esta añeja relación que, hasta el momento, ha tenido un claro vencedor y los colores de esa bandera no han sido justamente el celeste y blanco.

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