25 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

¿Construirá Pedro Castillos en el aire? Por Mariano Yakimavicius

El nuevo presidente peruano promete encarnar un progresismo distinto al conocido.

El cantautor Alberto Cortez compuso una maravillosa canción titulada “Castillos en el aire”. Su protagonista desafía los parámetros establecidos para hacer posible su sueño de ser feliz en absoluta libertad y se lanza a construir “castillos en el aire, a pleno sol, con nubes de algodón, en un lugar adonde nunca nadie pudo llegar usando la razón”. Tras escuchar el discurso de asunción de Pedro Castillo cabe preguntarse entonces ¿se lanzará el nuevo presidente peruano a construir una nueva utopía progresista?

Alzó sus sueños hacia el cielo y, poco a poco, fue ganando altura

En el mismo día que Perú celebraba los 200 años de su independencia, Pedro Castillo asumió la presidencia. El sólo hecho de que un maestro rural, descendente de un pueblo originario asuma la primera magistratura de un país es, en sí misma, toda una novedad.

«Juro por Dios, por mi familia, por mis hermanos y hermanas, campesinos, ronderos, pescadores, docentes, profesionales, niños, jóvenes y mujeres, que ejerceré el cargo de presidente en el período constitucional 2021-2026. Juro por los pueblos del Perú, por un país sin corrupción y por una nueva Constitución», dijo Castillo con su mano sobre la Biblia al asumir el cargo. Agregó que: «Este gobierno ha llegado para gobernar con el pueblo y para construir desde abajo”.

Desde luego, ese mensaje preocupa -y mucho- a las élites de poder que históricamente dominaron los resortes del poder en Perú y que previamente, con miras a la segunda vuelta electoral se habían abroquelado en torno a la candidatura de Keiko Fujimori.

En los demás, al verlo tan dichoso, cundió la alarma

Esos sectores que temen compartir algo de su poder y su riqueza intentaron por todos medios erosionar la figura y las propuestas de Castillo. Lo calificaron como «chavista», «comunista» y «terrorista». Él respondió hasta el hartazgo: «no somos chavistas, no somos comunistas, no somos terroristas. No le vamos a quitar las propiedades a nadie. Somos democráticos».

El nuevo presidente sostiene que lo motiva la ambición de eliminar las enormes desigualdades históricas que hay en su país y, para lograrlo, intenta dar muestras de ser más pragmático que ideológico. En esa línea pregunta: "¿de qué sirve la derecha o la izquierda cuando el pueblo pasa hambre?".

Los poderes fácticos no ceden. Se preguntan -e instalan la incógnita- si «el profesor» Castillo podrá llevar a Perú por buen rumbo al carecer de experiencia previa en la gestión pública. Depositan las dudas sobre él en vez de hacerlo sobre quienes abonaron la actual situación en la que se encuentra el país. La deuda externa crece ante la crisis sanitaria y económica que afecta a Perú. Desde el inicio de la pandemia se produjeron casi 200 mil muertes por Covid-19, una cifra que convirtió a Perú en el país con la tasa de mortalidad por coronavirus más alta del mundo. La economía cayó 11,8 por ciento el año pasado. La pandemia no hizo más que dejar al descubierto la situación crítica de un país donde los sectores populares tienen poca o ninguna contención social.

Como si todo eso fuera poco, Castillo deberá conducirse en un clima de ingobernabilidad caracterizado por un Congreso unicameral completamente atomizado. Los 130 legisladores se dividen en 10 bloques y el nuevo oficialismo -Perú Libre- cuenta con sólo 37 bancas. A eso se agrega el antecedente de los últimos 5 años, período en el cual el Congreso destituyó a 2 presidentes. Puede deducirse sin mucho esfuerzo que las élites de poder tradicionales intentarán aprovechar a su favor ese contexto.

Y por abrir ventanas fabulosas, llenas de luz, de magia y de color

Consciente de todas las dificultades que tendrá que afrontar y de las artimañas reales o posibles de las élites de poder tradicional, Pedro Castillo propone un cambio institucional que le permita reconfigurar el sistema político. Es lo que hicieron anteriormente Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa en sus países y que actualmente está en proceso en Chile, aunque sin liderazgos personalistas: cambiar la Constitución.

La actualmente vigente en Perú fue promulgada en 1993, durante el gobierno de Alberto Fujimori, meses después de que el entonces presidente disolviera el Congreso en el episodio conocido como el «autogolpe».

En su discurso de asunción, Castillo dejó claro que quiere convocar a una Asamblea Constituyente, pese a que la actual Constitución no prevé un mecanismo para hacerlo, motivo por el cual primero habría que reformarla y luego aprobar el nuevo texto mediante un referéndum. De prosperar la idea, Castillo se propone convocar una Asamblea Constituyente de características plurinacionales -para incluir a los pueblos originarios-, popular y con paridad de género.

Simultáneamente y, para sosegar a los mercados y a los poderes fácticos, Castillo aseguró que tanto los ahorros como la propiedad privada serán puntillosamente respetados. El presidente entiende perfectamente que una economía ordenada y predecible atrae inversiones. También descartó estatizar empresas o implementar políticas económicas controvertidas como el control de cambios.

Pero eso no quiere decir que no se proponga hacer cambios al modelo económico. Como ya se expresó, la pandemia visibilizó que las críticas al modelo eran legítimas. Fue justamente el clamor popular por justicia social lo que llevó a Castillo al gobierno y él tiene claro que no puede postergar medidas al respecto, pero sin poner en riesgo los logros macroeconómicos alcanzados en las últimas décadas. Intentará realizar estos cambios con responsabilidad y poniendo por delante los intereses de la nación. Y ofreció una pauta de lo que piensa hacer: «Queremos que se acaben los abusos de los monopolios, de los consorcios que cobran sumas elevadas por servicios básicos como el gas y las medicinas».

Castillo también anunció medidas de fuerte contenido simbólico, como el hecho de que no gobernará desde la “Casa de Pizarro”, tradicional sede del Poder Ejecutivo que también alojó a los virreyes durante la colonia, y que constituye un homenaje al conquistador español Francisco Pizarro. Frente al rey Felipe VI de España -que estaba entre los invitados a la toma de mando- Castillo sostuvo que convertirá al edificio en museo y que hay que romper con los símbolos de sojuzgamiento colonial.

El mandatario también anunció la expansión de las rondas campesinas, organizaciones comunales de defensa que funcionan desde los años ´70 para confrontar a la guerrilla y los delitos rurales y que se dedican a garantizar la seguridad, administrar justicia y resolver distinta clase de problemas en sus jurisdicciones. De pasado rondero, Castillo tomó nota de que la seguridad es uno de los problemas que más preocupa a la ciudadanía.

La conclusión, es clara y contundente, lo condenaron por su chifladura

Al protagonista de la canción de Alberto Cortez no le fue bien. Tras condenarlo por su chifladura “a convivir de nuevo con la gente vestido de cordura”, las últimas líneas rezan: “Acaba aquí la historia del idiota que por el aire, como el aire libre, quiso volar igual que las gaviotas. Pero eso es imposible ¿o no?”. Cabe preguntarse entonces ¿podrá Pedro Castillo contagiar su locura por construir un Perú socialmente justo, o será condenado a convivir con los poderosos vertido de cordura?

 

Mariano Yakimavicius, Profesor y Licenciado en Ciencias Políticas

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