28 de marzo de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

El carapintada de centroizquierda

En el año 2010 el Senado aprobaba el ascenso del General Cesar Santos Milani, hoy ascendido como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. En las últimas horas el ejecutivo nacional relevó a toda la cúpula y nombró a Milani en el cargo de Jefe del Ejército.

Esta nota publicada hace tres años en NCN sirve de marco para conocer la trama detrás del General. La compartimos:

El Senado ya aprobó el ascenso del general de Brigada Cesar Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, quien ahora quedaría en condiciones de ser designado segundo jefe del Estado Mayor General del Ejercito. En los hechos concretos, Milani es el primer carapintada en alcanzar tan alto cargo en el Arma y el primero, también, devenido en ardiente defensor de la centroizquierda.

El ya general de División César Santos Milani –hasta ahora Director General de Inteligencia del Arma- puede sonreír a sus anchas: tal como él pretendía, el Senado aprobó su pliego y ahora sólo le resta asumir como segundo jefe del Ejército.

La propia idea del jefe militar prosperó, y cómo. Para ello, Milani “sólo” necesitó comenzar a limpiar su camino hacia la jefatura a fuerza de hacer pasar a retiro o disponibilidad a cuantos generales creyera que le molestaban.
Para lograr su cometido, está claro, el inteligente Milani contó con la inestimable colaboración de la presidenta Cristina Fernández, cuyo repentino y gran interés por el general es más que llamativo, habida cuenta del odio visceral que la jefa del Estado siente por todo lo militar. A propósito: algunas fuentes que sienten tanto afecto por Cristina como desprecio por el alto oficial, dicen que éste tendría en su poder elementos concretos para presionar a la jefa del Estado. Pero no dan ejemplos ni presentan pruebas.

Como sea, a la mano de Milani se deben las decisiones presidenciales que pasaron a retiro o disponibilidad a los generales Roberto Bendini (entonces jefe del Ejército), Hernán Prieto Alemandi (hasta ese momento director de Bienestar del Arma) y Hugo Domingo Bruera, quien estaba a cargo de la Secretaría General del Ejército (aunque este último consiguió que la ministra Nilda Garré, cuando era la responsable de Defensa, lo salvara temporariamente enviándolo en comisión a Lima, Perú, sede de la Conferencia de Ejércitos Americanos).

Previamente a lograr que la presidenta tomara tales decisiones, Milani se esmeró, y mucho, en espiar a sus colegas. Así, descubrió y aceleró la delicada situación judicial de Bendini; filmó a Prieto Alemandi tomando un café con el vicepresidente Julio Cobos y “descubrió” que Bruera tenía amigos peronistas entre los que se encontraban Eduardo Duhalde y Gerónimo Venegas. Se ve que Milani nunca se enteró que Bruera siempre fue peronista y, en tal condición, tuvo y tiene la mala costumbre de reunirse con quienes considera sus compañeros. Entre ellos, Duhalde y Venegas.

Al comienzo de toda esta historia, Milani no las tenía todas consigo: de hecho, nadie en el Gobierno ignoraba su activa participación en la rebelión carapintada de la Semana Santa del ’87. Sin embargo, el hábil oficial consiguió, primero, hacerse designar al frente de la Dirección de Inteligencia del Arma.

Luego, desde ese lugar tan sensible, convenció a propios y extraños de sus grandes aptitudes para reorganizar el sector. Así lo destacó la entonces ministra del área, Nilda Garré, y algo de cierto hay en todo esto. La reorganización funcionó, a punto tal que el primer beneficiado con dicha reforma fue el propio Milani. Un genio, el general.

Cuentan algunas fuentes castrenses que no hace mucho Milani deslizó su actual pensamiento político: “Este es el mejor gobierno de toda historia argentina –dicen que dijo, y agregó-: Por fin hay alguien a quien no le tiembla el pulso para enfrentar a las corporaciones, a los monopolios y a la derecha golpista. Tenemos presidenta para rato, a Cristina no hay con qué darle”.

Con mucha sorna, la fuente que atribuyó esa expresión al alto jefe, señaló: “Fijate lo que son las cosas. Todos creíamos que era un carapintada fanático y resultó ser un fiel defensor de la centroizquierda. ¡Lo que puede el poder!”

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