25 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Escolios y falsificaciones sobre Scalabrini Ortiz.

Por Federico Gaston Addisi *

Federico G. Addisi
Federico G. Addisi

 

En la senda de Scalabrini.

 El 30 de mayo próximo pasado se cumplió un nuevo aniversario del  fallecimiento de ese insigne patriota y pensador nacional que fue Don  Scalabrini Ortiz. Esta pequeña nota pretende clarificar algunos puntos de  su vida y obra como forma de rendirle un justo homenaje.

Mucho se ha escrito, y con seguridad se seguirá escribiendo sobre la vida y obra de ese ilustre argentino que se llamó Raúl Scalabrini Ortiz.

Este patriota fue uno de los más lúcidos pensadores nacionales que tuvo nuestro país. Con su aguda inteligencia, su fino análisis de los distintos actos jurídicos de la administración pública, pero sobre todo, del estudio de la incidencia de la política británica en nuestra tierra, Scalabrini se convirtió en un verdadero defensor de los derechos nacionales, y a su vez, en el más implacable fiscal de toda maniobra destinada a menoscabar el patrimonio nacional.

Fue entonces Don Raúl Scalabrini Ortiz, un abogado y fiscal de la Nación, en lo que hace a defender sus intereses y denunciar todas las maniobras operadas por el imperialismo, en particular por Gran Bretaña, para tener una Argentina dentro del esquema de la división internacional del trabajo, según el cual a Inglaterra le convenía que nuestro país desempeñara el papel de exportador de materias primas, e importador de manufacturas.

De esa manera los ingleses se aseguraban la colocación de sus excedentes de producción en nuestro mercado,  a la vez que se abastecía de alimentos. Lógicamente, con este esquema de comercio, la balanza de pagos de Argentina era  deficitaria ya que los términos de intercambio eran siempre favorables a la manufactura debido a  su correspondiente  valor agregado, generación de empleos y tecnología para los países productores, y perjudicial para los países generadores de materia prima.

Pero no terminaba allí la cuestión. Dada la particular geografía de nuestro territorio y la extensión del mismo, era necesario la creación de un medio de transporte que facilitara el envío de los productos ingleses hacia todo el país –con el lógico quebranto de cualquier intento de industria nacional a la que le resultaba imposible competir con los precios y calidad de la mercadería británica- y la concentración de las materias primas en el puerto de Buenos Aires para de allí ser transportadas a Inglaterra. Así fue que la Corona  ideó y concretó con el esfuerzo, el trabajo y el capital de los argentinos, los ferrocarriles que sin embargo, eran de propiedad inglesa (por las supuestas inversiones que estos realizaron para la obra). El trazado radial de las vías férreas pone en evidencia la necesidad de sacar la producción de materias primas hacia el mercado internacional, proceso que se complementa con el movimiento inverso; introducir al mercado interno, manufacturas provenientes desde Europa, o dicho sin rodeos, de Inglaterra. Y para mayor escarnio,  estos ferrocarriles que no sirvieron para el desarrollo de la Nación sino para su estrangulamiento, contribuyeron a constituir una ciudad portuaria rica y un interior del país pobre. Pero para mayor vergüenza nacional decíamos, el tendido de las vías férreas se realizó con increíbles ventajas para Gran Bretaña: “Es reprochable que se cedieran las tierras más feraces de la República, las más densamente pobladas, después de las aledaños de Buenos Aires, trabajadas por una población de propietarios radicada de tiempo atrás. Es reprochable que se los desposeyera de sus estancias a precios irrisorios para contribuir a la superganancia de los contratistas ingleses, pues como se verá, la diferencia entre el precio de expropiación y el precio mínimo fijado para su reventa por el Ferrocarril Central Argentino hubiera podido costear holgadamente la construcción del ferrocarril mismo. En el contrato se establece que:<El Gobierno concede a la Compañía, en plena propiedad, una legua de terreno a cada lado del camino en toda su extensión, comenzando a distancia de cuatro leguas de las estaciones de Rosario y Córdoba y a una legua de cada una de las villas San Jerónimo y Villa Nueva, por donde pasa el camino. Estas tierras son a más de las estipuladas en el artículo tercero –las correspondientes a la zona de vía y estaciones-, y son donadas a la Compañía en plena propiedad a condición de poblarlas. Además el Gobierno se compromete a obtener cuatro leguas cuadradas en la provincia de Santa Fe y cuatro en la de Córdoba, de las tierras fiscales pertenecientes a cada una de estas provincias para cederlas a la Compañía.> (Artículo 12).

La Compañía del Central Argentino recibió, por tanto, al final de las gestiones que detallaremos más adelante, una lonja de tierra al costado de sus vías de 10 kilómetros 392 metros de ancho y 333 kilómetros de longitud, que en total integran una superficie de 346.727 hectáreas en la zona más fértil de la República”[1].

Esa era la claridad y la menudencia con que Scalabrini estudiaba y denunciaba los negociados que Inglaterra hacía a través de su diplomacia, con la inestimable colaboración de los cipayos de nuestro suelo.

Scalabrini Ortiz, en su libro de dos Tomos, “Bases para la reconstrucción nacional” sostenía: “Primero fue un socialista, el doctor Sánchez Viamonte, quien propuso abolir toda estructura legal y dejar al país en el estado de horda. Después opinó un antiguo abogado de empresas británicas, el doctor Clodomiro Zavalía, y propició un sistema menos drástico: bastaba reimplantar las normas dictadas en 1853 y eliminar las pocas reformas introducidas en 1949. Luego dictaminó un abogado nacionalista, el doctor Bonifacio del Carril. Aseguró que la operación era más sencilla aún, porque la Constitución era única y no había dejado de estar en vigencia en ningún momento la sancionada en 1853. La <tribuna de ideas> ubicaba estas opiniones en el rincón de su página editorial tradicionalmente consagrada a los pensamientos matrices de la comunidad argentina, como la coordinación de transportes y el Banco Central. Las voces menores del periodismo hacían y hacen un coro estridente a la vociferada e imperiosa necesidad de reformar la Constitución (…) Pero la alharaca que se alza en torno a la reelección es una coartada de disimulo. Allí no están los huevos del tero (…) Los huevos del tero están en el artículo 40 de la Constitución Argentina. Es el artículo 40 el que se quiere eliminar, no el que se refiere a la reelección del presidente (…) Pero el artículo 40 sí es un obstáculo, una verdadera  muralla que nos defiende de los avances extranjeros y está entorpeciendo y retardando el planeado avasallamiento y enfeudamiento de la economía argentina. Mientras esté vigente el artículo 40, no podrán constituirse las sociedades mixtas, porque todo lo que se urde estará incurablemente afectado de inconstitucionalidad. Ni los transportes, ni la electricidad, ni el petróleo podrán enajenarse ni subordinarse al interés privado, con que se enmascara el interés extranjero, mientras permanezca en pie el artículo 40 de la Constitución Nacional”[2].

¿Pero qué decía el por entonces molesto e infranqueable artículo 40 que ahora se pretende ocultar y al que Scalabrini llamaba “bastión de nuestra soberanía?”[3] (aunque para ser estrictamente justos ningún gobierno de los llamados “peronistas” hizo nada para reestablecer la Constitución de 1949). La norma citada rezaba: “La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución. Salvo la importación y exportación, que estarán a cargo del Estado de acuerdo con las limitaciones y el régimen que se determine por ley, toda actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto, dominar los mercados nacionales, eliminar las competencias o aumentar usurariamente los beneficios.

Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto, que se convendrá con las provincias.

Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine.

El precio de la expropiación de empresas concesionarias de servicios públicos será el del costo de origen de los bienes afectados a la explotación, menos las sumas que se hubieren amortizado durante el lapso cumplido desde el otorgamiento de la concesión, y los excedentes sobre una ganancia razonable, que serán considerados también como reintegración del capital invertido”[4].

Así las cosas, resulta imposible separar a Scalabrini Ortiz de la defensa de la Constitución Justicialista de 1949, uno y otro aniversario se complementan, se fusionan, se funden en una sola imagen: la de la Patria Justa, libre y soberana.

Pero el pensamiento de Scalabrini no se limitó al tema de los ferrocarriles, a la denuncia de la injerencia británica, ni a la defensa de la Constitución de 1949. Su obra y acción estuvieron signadas por un profundo sentir y pensamiento nacional. Era un hombre de nuestra tierra, que pensaba las cosas de nuestra tierra, y ontológicamente hablando, se preocupaba por denunciar aquellos obstáculos que impedían el desarrollo de nuestro ser: “Que la tierra argentina tiene un destino, lo demuestra la presencia oportuna del hombre que es necesario en cada momento de su historia”[5], diría Scalabrini. O interpretando su pensamiento, y la independencia de criterio frente a ideas foráneas, de esta manera lo recordaba Vicente Trípoli: “La fe de Raúl Scalabrini Ortiz se fundamentó en las virtudes innatas del pueblo argentino. Estas virtudes lo hacen capaz de conquistar y mantener su libertad de gobierno y de juicio frente a los intereses mundiales. No se trata de crear una nacionalidad al margen de la historia del mundo, sino de una sociedad organizada con condiciones de tratar de igual a igual con las otras comunidades que pueblan la tierra”[6]. En la misma línea y denunciando cualquier equívoco o deformación que se pudiera hacer sobre la figura de Raúl Scalabrini Ortiz, así se expresaba su esposa: “He compartido toda la vida y la lucha de ese extraordinario patriota, conociendo profundamente la totalidad de sus obras, su pensamiento, sus momentos de lucha y sus ideales políticos, por lo que sé perfectamente que su pensamiento se nutrió de ese gran pensamiento nacional que brota de las multitudes argentinas. Por eso estuvo ligado al gran movimiento justicialista que plasmó en los hechos las ideas por las cuales había luchado denodadamente, y a las que defendió hasta su último día, conociendo que la doctrina justicialista, tan alejada de los dos imperialismos que se disputan el dominio del mundo, representa la posibilidad real de la emancipación nacional”[7].

 Desviaciones de la “senda  Scalabrini”.

 Pocos pensadores fueron tan manipulados y tergiversados, como lo fue –y aún lo es- Scalabrini Ortiz. Sólo Arturo Jauretche pasó por un proceso similar, tironeado por marxistas, nacionalistas, radicales y peronistas, cada uno veía lo que le convenía ver en función de su ideología, ofreciendo una visión sesgada y parcializada, en lugar de una totalizadora e imparcial.

Esto que ocurrió con Jauretche, pasó también con FORJA, y como decíamos anteriormente, sucede con el pensamiento de Scalabrini Ortiz.

Representa para nosotros un especial interés aclarar las desviaciones a las que “Don Raúl” fue y es sometido.

Buscaremos por lo tanto, enumerar los equívocos que suelen cometerse al hablar de Scalabrini y rectificarlos de la manera más clara y contundente posible.

 

a- Scalabrini radical: Raúl nunca fue radical. Más por el contrario, descreía del radicalismo, y por eso jamás militó en sus filas. El error puede darse, debido a que Scalabrini, luego del proceso político del irigoyenismo, al cual no adhirió, comenzó a defender a Don Hipólito como uno de los caudillos nacionales. Para decirlo más claramente, Scalabrini fue irigoyenista pero no radical. Y lo fue una vez derrocado Irigoyen y agotado su proyecto político. Recién en ese momento comenzó la reivindicación histórica del caudillo radical, como expresión del movimiento nacional.

Claramente lo decía Scalabrini Ortiz: “El radicalismo, el organismo que Irigoyen había creado en cuarenta años de paciente elaboración, ya no era una vía de expresión de los anhelos del pueblo: era un instrumento más de la oligarquía, es decir, un eco de la voluntad extranjera de sojuzgamiento y expoliación.

Ser un reivindicador de los derechos populares, ser respetuoso de la voluntad del pueblo, equivalía a revolucionar el orden del régimen. Quien aceptara para sí la representación legítima del pueblo no podía dejar de ser revolucionario en el más completo sentido de las palabras. E Irigoyen fue un revolucionario integral. Lo fue por sus ideas, por sus sentimientos, por su conducta y hasta por su técnica de gobernante.

Irigoyen fue leal a su línea histórica. Su obra gubernamental se inspira en el triple propósito de enaltecer al pueblo trabajador, desajustar los lazos del coloniaje económico y financiero e infundir en el espíritu de sus conciudadanos todos un casi mesiánico orgullo de redención humana”[8].

 

b- Scalabrini no fue afiliado a FORJA: Raúl Scalabrini Ortiz era “el norte ideológico de FORJA”, pero se negaba sistemáticamente a afiliarse a  la misma. ¿Y por qué? Simplemente porque FORJA, desde su fundación, hasta la ruptura de 1940 mantenía entre sus estatutos, la condición de ser afiliado radical para poder ser miembro de la misma. Y era lógico. Originalmente, FORJA fue pensada como la matriz ideológica del verdadero radicalismo, que retomaba el rumbo de su creador, Hipólito Irigoyen, para volver a  hacer de la UCR el partido nacional y revolucionario que fuera otrora. Pero Scalabrini, hombre que si bien se identificaba con Irigoyen descreía absolutamente de la fuerza revolucionaria del radicalismo, consideraba que esto era un error estratégico, ya que la constitución de una nueva fuerza nacional no debía “pasar” por el radicalismo, y condicionar la membresía a ser afiliado radical. Eso era perder caudal revolucionario, y hombres de valía.

Así estaban planteadas las cosas, mientras que a FORJA la conducían oficialmente Dellepiane – Del Mazo, en tanto que Jauretche y Scalabrini aportaban la vida intelectual y política de la agrupación.

Efectivamente, Scalabrini se negaba a afiliarse, y de aquí puede provenir algún equívoco, por los motivos ya explicados. Pero Scalabrini trabajaba sin cesar en FORJA y era “la mitad” de la misma según Jauretche. Sin embargo, las condiciones se mantuvieron como fueron descriptas hasta el estallido de la 2 Guerra Mundial. A raíz de esta, FORJA comenzó una fuertísima campaña por la neutralidad, y Raúl consiguió editar  un periódico llamado “Reconquista”. Lamentablemente, sólo pudo mantenerse en la calle poco más de un mes. A raíz de “Reconquista”, la Embajada alemana se contactó con Scalabrini para ofrecerle financiamiento a cambio de la dirección del diario, por lo que Scalabrini declinó la oferta. Sin embargo, este ofrecimiento; más ciertas notas de nacionalistas conservadores que publicaban en el periódico le valieron a Raúl el rótulo de “nazi”.

Pero más grave aún fue la crisis interna que desató en FORJA.

Dellepiane no aceptaba esta tarea de Scalabrini y veía preocupado cómo se asimilaba el nombre de “Recoquista” a FORJA, y como se los comenzaba a acusar de “nazis” a todos ellos. Pero en el fondo, la cuestión era personal entre Dellepiane y Scalabrini. Y estalló la crisis. Por lo que Delllepine  y Del Mazo presentaron su renuncia a FORJA, por los motivos expuestos y por la negativa de Jauretche de mantener el requisito de afiliación a la UCR. Dellepiane y Del Mazo seguían pensando a FORJA como una “especie de vanguardia” radical que retomaría las banderas históricas del irigoyenismo.

Frente a la renuncia del presidente Dellepiane; a Jauretche no le quedó otro remedio que aceptar la presidencia de FORJA, conducción que ejerció hasta su disolución. Esta mayoría de edad de FORJA respecto al radicalismo replanteó la cuestión de Raúl Scalabrini Ortiz, que al eliminarse la condición de afiliación radical ya no podía seguir negando su afiliación que se convirtió casi en un deber moral. Así fue cómo Scalabrini se afilió a FORJA el 26 de septiembre de 1940 en el documento que se cita textualmente:

“Buenos Aires, Sep. 26 de 1940.

Señor Presidente de FORJA:

Los que suscriben afiliados a la institución que Ud preside, presentan de adcuerdo al art 3 inciso A, al señor Raúl Scalabrini Ortiz, domiciliado en la calle Diagonal Norte N 1124, de nacionalidad argentino, de 42 años de edad, estado civil casado y de profesión escritor, afiliado a la UCR en la Circunscripciñon (tachado) para ser inscripto en los registros de FORJA de acuerdo al art 5 de los reglamentos”.

 

Presentaban a Raúl, los afiliados Arturo Jauretche y Oscar Becerra y la solicitud fue llenada de puño y letra por Jauretche; al pie de la misma podía leerse, “aprobado el 26 de septiembre de 1940”.

El historiador Miguel Angel Scenna, quien labró la más completa obra sobre FORJA, incluyó esta nota y además publicó copia de la misma en la Revista Todo Es Historia N 38 de junio de 1970.

Scalabrini efectivamente fue afiliado de FORJA, y además integró su comisión directiva el 26 de septiembre de 1942. La misma se componía de la siguiente manera: Presidente: Arturo Jauretche; Vocales Titulares: Oscar Meana, Atilio García Mellid, Raúl Scalabrini Ortiz, y Oscar Correa; Vocales Suplentes: José M Cané, Jorge Del Río y Miguel López Francés. Claro que el inquieto Scalabrini renunció a su cargo en la Comisión  rápidamente, el 27 de octubre de 1942.

 

c- Scalabrini nazi: Esta acusación es un común denominador que tenemos que soportar todos aquellos que somos nacionales, al romper los rígidos y perimidos moldes de la Revolución Francesa de izquierda y derecha. Al no poder ser tildado  ni de una cosa ni de la otra, el hombre que piensa y siente en clave nacional es titulado de “nazi” para algunos, de “marxista” para otros. Y a esta regla no escapó Scalabrini. Algunos fundaban esta acusación en cierta ayuda económica de la Embajada Alemana que hubo de recibir Raúl al publicar su periódico Reconquista en época de la II Guerra. Esto es falso. Lo cierto es que “Reconquista” sólo tuvo poco más de un mes de vida por no poder solventarse. Conociendo este hecho, el embajador alemán ofreció a Scalabrini el dinero necesario para que el diario continuase apareciendo. Claro, la condición era hacerse cargo de la dirección del mismo. Ese mismo día Don Raúl tituló “Reconquista muere hoy”. Esa la entereza moral de nuestro hombre.

Pero si su conducta no basta; esto decía Scalabrini en su libro Irigoyen y Perón: “Todas las publicaciones tradicionales nos vedaron el acceso. Todas las instituciones establecidas negaron el acogimiento a nuestras investigaciones. No hubo mote ni calumnia que no se nos endilgara para desprestigiar nuestras personas e impedir que nuestras ideas y nuestros conocimientos se infundieran en las masas argentinas. Fuimos nazis, anarquistas, comunistas, agentes del oro yanqui, del oro alemán, del oro ruso y hasta del oro inglés.

Después nos cubrieron con el silencio y creyeron que ésa era una mortaja suficiente y definitiva”[9].

Y para ser más contundentes, reproducimos las palabras de Scalabrini en el periódico en cuestión: “En el orden interno argentino somos decididos adversarios del nazismo  y del fascismo. Hemos demostrado y demostraremos que son formas gubernamentales perjudiciales para nuestro país”[10].

 

d- Scalabrini marxista: Un conocido biógrafo de Raúl es el principal sostenedor de esta idea, pues el mismo proviene de las filas de la “izquierda nacional”. Sin embargo, el destacado historiador pareciera ignorar lo que decían al respecto dos eminencias que pertenecían a su misma corriente historiográfica y a la misma ideología marxista. Al respecto decía entonces, Abelardo Ramos: “Si Hipólito Irigoyen simbolizó la incorporación de la pequeña burguesía a la lucha política y el General Perón la del proletariado industrial, la nueva oleada de masas de nuestro país deberá levantar las banderas del socialismo revolucionario para un nuevo 17 de Octubre, esta vez irrevocable. La revolución rendirá entonces su homenaje a todos aquellos que como Raúl no fueron marxistas, (destacado del autor) pero fueron patriotas y lucharon intrépidamente por ella, aún sin conocer cuál sería en definitiva su nombre”[11]. No deja de ser llamativo que dicha opinión se encuentre en el Prólogo a la biografía de Scalabrini donde se sostiene precisamente la tesis contraria. En fin, misterios de la dialéctica.

 

El célebre escritor, Hernández Arregui decía al respecto: “Este escritor argentino, que no cita a Marx en sus escritos, demostraba ser más revolucionario que los petardistas de la izquierda. Fueron estos hombres –que no eran marxistas – (destacado del autor) los primeros en analizar la historia nacional en su relación con la América latina con criterio metodológico e histórico muy próximo al marxismo”[12].

No obstante la honestidad de los citados historiadores, la viuda de Scalabrini, Doña Mercedes Coraleras expresaba en una carta: “En un extracto de un libro publicado sobre la vida de mi esposo (…) trata, equivocadamente de dar a entender que Scalabrini se nutrió en el plano ideológico con las ideas de Lenin, Marx o Trotsky. Nada más erróneo. He compartido toda la vida y la lucha de ese extraordinario patriota, conociendo profundamente la totalidad de sus obras, su pensamiento, sus momentos de lucha y sus ideales políticos, por lo que sé nutrió de ese gran pensamiento nacional que brota de las multitudes argentinas. Por eso estuvo ligado al gran movimiento justicialista que plasmó en los hechos las ideas por las cuales había luchado denodadamente, y a las que defendió hasta su último día, conociendo que la doctrina justicialista, tan alejada de los dos imperialismos que se disputan el dominio del mundo, representa la posibilidad real de la emancipación nacional.

No se apoyó Scalabrini en el conocimiento de doctrinas extrañas, como intenta confundir en ese trabajo, para interpretar la realidad nacional, sino que realizó esa tarea investigando la problemática argentina.

No intentó mi esposo formar un partido revolucionario de izquierda “comunista nacional o algo que se le parezca…” porque se sentía totalmente interpretado y consustanciado con la doctrina justicialista”[13].

 

e- Scalabrini no católico: Para presentar el “cuadro” de un pensador del “materialismo histórico” que usaba la dialéctica para desentrañar la realidad argentina, el biógrafo de Scalabrini al que se hace alusión en párrafos anteriores debía decir que para Raúl “la religión es el opio de los pueblos”. Así aparecen frases como “las ideas de los grandes pensadores (…) quienes baten rápidamente en retirada al catolicismo que procura inculcarle su madre”; o esta otra “se consideró siempre un discípulo de la Revolución Francesa, jamás fue clerical (…)”; o la más elocuente: “(…) adhiere a la república española, se define por el divorcio, rechaza al catolicismo (…)”

A pesar de esta falsa idea de un Scalabrini reacio al catolicismo y próximo al materialismo y al positivismo, es nuevamente Hernández Arregui quien desde la izquierda pone las cosas en su lugar: “Creía en Dios. Pero veía en el concepto una especie de substancia ordenadora”[14].

Más aún, Scalabrini era bautizado y por lo tanto parte de la Iglesia Católica Apostólica Romana; recibió la influencia espiritual de su Tío Juan Bautista Scalabrini quien al decir de Jauretche, “su Tío Monseñor Juan Bautista Scalabrini, cuya obra y ejemplo fueron los que proyectaron su influencia sobre el fértil espíritu de Raúl Scalabrini Ortiz”[15], y a la hora de verse cara a cara con la muerte fueron padres de la Orden Scalabrini –fundada por su Tío – quienes le suministraron a Raúl los auxilios religiosos de sus últimos días.

 

 

f- Scalabrini desarrollista: Aquellos que afirman esto confunden la táctica con la estrategia. Y no se trata de una cuestión militar. Claramente lo expresa el mismo Scalabrini en la revista Qué: “¿Permitiremos cruzados de brazos, que sea sustituída la Constitución del 49 por un texto fraudulento en que se renovarán acrecentados los privilegios del capital extranjero? Me resisto a mí mismo el derecho a permanecer indiferente en esta emergencia definitiva. No, yo no permaneceré cruzado de brazos. Si no puedo hacer otra cosa, votaré por aquel, cualesquiera sean sus opiniones, su simpatía o antipatía personal, sus propósitos confesados o las reservas con que formule sus promesas, por aquel que se comprometa a sostener la vigencia de la Constitución del 49. Será el mío un voto de emergencia que no debe engañar a nadie. No significará apoyo a ningún partido, adhesión a ninguna otra idea, ni solidaridad, ni simpatía ni disculpas por los actos censurables que hubiera cometido anteriormente. Votaré simplemente por el mantenimiento de la Constitución de 1949 o por el que ofrezca un pronunciamiento para llegar a ello”[16].

Apoyar a Frondizi era una cuestión táctica para tratar de mantener las banderas del movimiento nacional en alto, dado que su vanguardia, el peronismo, y su líder, el General Perón se encontraban proscriptos. Y Frondizi había acordado con el General una política nacional, además de levantar la proscripción del peronismo y permitir el regreso a la Patria de Perón. En pocas palabras esa era la base del acuerdo Perón-Frondizi, a través del cual el General Perón ordenaba a sus seguidores votar por el candidato a presidente de la UCRI.

De manera que la conducta de Scalabrini, estaba perfectamente ordenada con el acuerdo entre Perón y Frondizi.

Por lo demás, se ha reprochado a Raúl su participación en la revista Qué; donde más allá de las editoriales de Frigerio, Scalabrini siempre pudo expresarse con total libertad y defender el pensamiento nacional, las banderas peronistas, a la vez que atacaba sin piedad al gobierno de la “fusiladora”.

En la revista Qué Scalabrini expresaba sus dudas y advertía a Frondizi de la siguiente manera: “Doctor Frondizi: el peronismo se ha hecho a un lado para que usted tenga un lugarcito en la historia. Siéntese con cuidado porque el asiento es incómodo e inseguro, Si lo aprietan, solicite ayuda. El pueblo no se la va negar mientras mire hacia delante. “Señalo la gravedad del momento y la necesidad de que coincidan con suprema grandeza los esfuerzos de todos los argentinos para reparar los daños tremendos causados por la dictaudura”. Así reza la orden de Perón. Por ese camino vamos a ir lejos. No se aparte de él, doctor Frondizi, aunque vengan degollando”[17].

Una vez en el poder Frondizi, se le ofreció a Scalabrini  la dirección de la ahora oficialista, revista Qué. Este aceptó pensando que sería una tribuna donde luchar por las ideas nacionales. Tan sólo dos meses duró Scalabrini como director de la revista. Y su renuncia se debió a la política que Frondizi pretendió aplicar en materia petrolera, lo que Scalabrini consideró una claudicación.

 

g- Scalabrini anti-peronista: Quienes sostienen esta disparatada teoría se basan en dos puntos. El primero de ellos fue la renuncia que presentó Scalabrini a FORJA cuando tuvo lugar la revolución del 4 de junio de 1943 y a la que FORJA adhirió. Pero esta renuncia no fue por Perón, sino por no estar de acuerdo con un pronunciamiento militar incierto y que no se sabía para donde iba, por lo tanto no estaba de acuerdo en la aceptación que FORJA prestaba al movimiento de junio.

Contradiciendo la “teoría anti-peronista” debemos decir que Scalabrini fue uno de los intelectuales que más participó e influyó en Perón, nada menos que con la nacionalización de los ferrocarriles. Además los cuadernos de FORJA donde Raúl abordaba este y otros temas eran conocidos por el GOU y su lectura recomendada junto a libros de José Luis Torres. Cierto es que Scalabrini no ocupó cargo alguno durante los gobierno del General Perón, pero esto no obedeció a ninguna antipatía o diferencia ideológica, todo lo contrario.

El segundo punto en el que se apoyan ciertos historiadores para decir que Scalabrini no era peronista tuvo que ver con la “adhesión” del mismo al “desarrollismo”. Sobre este tema no volveremos, pues lo consideramos suficientemente aclarado en el apartado precedente.

Sin embargo, para despejar totalmente cualquier duda al respecto es conveniente reproducir lo que el propio Perón decía desde el exilio al historiador Pavón Pereyra, y este reproducía en uno de sus libros “Coloquios con Perón” tomados entre 1961-63, sobre Scalabrini: “Quiero detenerme ante un hombre símbolo, el de Raúl Scalabrini Ortiz, que personifica la mejor tradición civil de los argentinos (…) Ejerció en cierto modo, la primera magistratura moral de la República, y cuando le tocó partir de este mundo él me hizo depositario de su Testamento político”[18] .

[1]  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Bs. As, Plus Ultra, 1985, pp. 128, 129.

[2]  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Bases para la reconstrucción nacional. Aquí se aprende a defender a la Patria, Bs. As, Plus Ultra, 1985, T. 1, pp. 30, 31.

[3] Citado por GONZALEZ ARZAC, Alberto, Estructura Social de la Constitución Argentina, Bs. As, Ediciones Tematica, 1985, p. 64.

[4] SAMPAY, Arturo, La Constitución Democrática, Bs. As, Ciudad Argentina, 1999, pp. 244, 245.

[5] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As, Plus Ultra, 1972, p. 142.

[6] TRIPOLI, Vicente; en  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Bases para la Reconstrucción Nacional, T I, Bs As, Plus Ultra,  1973, pp. 23,24.

[7] COMALERAS de SCALABRINI ORTIZ, Mercedes, Revista Mayoría, 5/12/1975.

[8] SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As, Plus Ultra, 1972, pp. 11, 16, 19.

[9]  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Irigoyen y Perón, Bs As, Plus Ultra, 1972, p. 141.

[10]  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Reconquista, 15/11/1939.

[11]  RAMOS, Jorge Abelardo, en  GALASSO, Norberto, Bs As, Ediciones del Mar Dulce, 1970, p. 14.

[12]  HERNANDEZ ARREGUI, Juan José, La formación de la cultura nacional, Bs As, Plus Ultra, 1973, p. 334.

[13] COMALERAS DE SCALABRINI ORTIZ, Mercedes, Revista Mayoría, Bs As, 5/12/1975.

[14] Ibidem, pp. 337-38.

[15] JAURETCHE,  Arturo, Revista Santo y Seña, N. 1, Bs. As, 17/11/1959.

[16]  SCALABRINI ORTIZ, Raúl, Revista Qué, Bs. As, 23/7/1957.

[17]  SCALABRINO ORTIZ, Revista Qué, Bs As,  25/3/1958.

[18] PAVON PEREYRA, Enrique, Coloquios con Perón, Ediciones Internacionales, Madrid, 1973. p. 92.

FEDERICO GASTON ADDISI es dirigente justicialista (historiador y escritor), director de Cultura de la Fundación Rucci en CGT, miembro del Instituto de Revisionismo Historico J. M. de Rosas, miembro del Instituto de Filosofía INFIP, diplomado en Antropología Cristiana (FASTA) y diplomado en Relaciones Internaciones (UAI).


 

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