20 de abril de 2024

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HISTORIASdelCONGRESO: Hoy conocemos el «Salón de los Pasos Perdidos»

El Congreso de la Nación cuenta, además de los recintos de Diputados y Senadores, de varios salones especiales, los cuales son mudos testigos de muchas historias y curiosidades. En el capítulo de hoy repasaremos el denominado “Salón de los Pasos Perdidos”.

El mismo funciona como una antesala del recinto de diputados. Por sus dimensiones es utilizado para alojar a la prensa durante las sesiones, actividades culturales y honras fúnebres a personalidades de la cultura. Entre los detalles sobresalientes se encuentra la presencia de un gran vitral de cinco paños con figuras alegóricas relacionadas con el programa de la Generación del 80: la abundancia, el trabajo, la ciencia, la guerra y las artes.

Una placa ubicada en su entrada determina que la Cámara sancionó un Proyecto de Resolución, el 30 de junio de 2004, que el lugar llevara oficialmente el nombre de “Presidente Juan Domingo Perón”.

¿Pero porque entonces “Pasos Perdidos”?

Rosana Lombardi, quien fuera parte de la Prosecretaría Parlamentaria del Recinto, explica que surge de diversas versiones una de ellas, acaso la más poéticas, tiene sus génesis en los primeros años del Congreso. Se dice que “allí se exhibía una mullida alfombra que apagaba literalmente las pisadas de los legisladores que se movilizaban allí, dándole así nombre al salón”.

Este Salón, actualmente, “simboliza la síntesis del debate parlamentario lleva, a partir de ese momento, el nombre del ex presidente por tres veces elegido mediante el voto popular” explica.

“En este salón, los legisladores acostumbran atender visitas y delegaciones, sirviendo de sala de recepción y espera. Se puede llegar a él fácilmente por una hermosa escalera de mármol de Carrara, desde la puerta principal —la de acceso de los señores legisladores— sobre la avenida Rivadavia” describe Lombardi.

“Este gran salón oblongo abarca la altura de dos pisos y lo circunda un balcón con clásica baranda de hierro forjado, que es sostenido por ménsulas a la altura del tercer piso del Palacio, dando lugar a un extenso corredor que ofrece una magnífica vista elevada y permite además, la mirada curiosa de los corrillos y cabildeos que reúnen a diputados y colaboradores, durante las sesiones” culmina en su relato.

Dos Cuadros. Dos historias.

Al entrar a “Pasos Perdidos” es casi imposible que la vista no se enfoque en alguno de los dos cuadros que decoran la sala. Se trata de un dúo de telas de grandes dimensiones, apoyadas en atriles de madera sostenidos por columnas.

“Los Constituyentes del 53”

Este óleo es obra del artista argentino Antonio Alice (1886-1943). Sus medidas son 3,60 metros de alto por 5,42 de ancho.

La historia cuenta que Alice realizó, previo al trabajo, un exhaustivo trabajo de campo donde recapituló información de la época para luego plasmarlo en su trabajo final. Visitó varias provincias donde se interiorizó sobre modos de vida y costumbres para reflejar luego en la personalidad de cada Convencional, en la distribución de los personajes en la tela.

Inició la obra en 1922 y finalizó casi doce años después. Los archivos dan cuenta de que Alice dudó entre incluir la luz de una araña a gas o la que habrían proporcionado velas de sebo y, para evitar que algún error pudiera desmerecer su trabajo, optó por iluminar la escena con una luz amarillenta, pero no pintó las velas.

Otra característica es la preocupación evidente del artista en los detalles que reproducen a la perfección las sillas de entonces.

Para la historia el autor dejó unas palabras que hacen referencia a su labor: “este cuadro, a pesar de sus grandes proporciones, no fue hecho por encargo de nadie, librándome así de la presión desoladora que pesa sobre los cuadros hechos a medida”.

El cuadro finalmente reflejaría el momento exacto en que el diputado santafesino, Juan Francisco Seguí, se dirige a la presidencia del cuerpo para expresar su apoyo a la nueva Constitución Nacional, después de que el diputado Zuviría hubiera propuesto su aplazamiento sosteniendo que los pueblos no se encontraban en condiciones para ser dotados de tan precioso instrumento.

La historia enmarca ésta escena en la noche del miércoles 20 al jueves 21 de abril de 1853, en la sala de reuniones del Cabildo de Santa Fe.

“Apertura del Período Legislativo de 1886”

El otro cuadro que decora el Salón de los “Pasos Perdidos” pertenece al pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1857-1901) y refiere a la Apertura del Período Legislativo de 1886, efectuada por el presidente de la Nación (En ese momento el Gral. Julio Argentino Roca).

Éste óleo de gran por­te, ya que mi­de 3,47 me­tros por 6,02 me­tros, fue do­na­do a la Cá­ma­ra de Di­pu­ta­dos por el hi­jo de Ro­ca.

El lienzo representa a todos los presentes de pie, esperando que el general Roca tomara asiento. En el cuadro se pueden distinguir —entre otros— al doctor Wilde junto al doctor Pellegrini.

Esta escena, según las referencias históricas, aconteció el lunes 10 de mayo de 1886, a las dos y media de la tarde.

Se destaca una fi­de­li­dad a la es­ce­na, a los per­so­na­jes, a las ves­ti­men­tas, a la re­cons­truc­ción his­tó­ri­ca, a la tea­tra­li­dad de los ges­tos. Característica propia del autor que lo liga a la con­cep­ción de la pin­tu­ra fo­to­grá­fi­ca.

La obra esconde dos detalles curiosos. El primero apunta a que Blanes no tenía por costumbre firmar sus obras, más bien se permitía dejar su sello de manera diferente: se incluía en ellas. En esta oportunidad podemos observarlo como uno de los asistentes que integran la barra, junto a la baranda del primer piso.

El otro se aparenta con un hecho real, que ocurrió pocas horas antes de la escena retratada. En la pintura se puede apreciar que el General Roca con una apariencia acaso pálida. Una venda que le cubre casi to­da la ca­be­za y su uniforme manchado de san­gre, al igual que la ban­da pre­si­den­cial (Tal como puede observarse si una visita el Mu­seo de Lu­ján, que alberga el traje real).

Esto no fue un detalle no menor o un gesto de libre albedrío del artista, sino un reflejo exacto de la realidad.

El Periodista y divulgador de temas históricos, Adrián Pignatelli, detalla los minutos antes de esa jornada:“Ese lunes 10 de mayo, el Gral. Roca había emprendió a pie el camino al Congreso. Ese año debía dejar inaugurado el 24° período de sesiones ordinarias, las últimas, ya que a fin de año entregaría el mando a su cuñado Miguel Juárez Celman. Unos minutos antes de las tres de la tarde partió de la Casa de Gobierno, acompañado por su gabinete. En la puerta del Congreso, el Regimiento 1 de línea lo esperaba a puro sones de la Marcha de Ituzaingó”.

“Imprevistamente, del grupo de curiosos y entusiastas que estaban en el lugar, voló un cascote que impactó en el parietal izquierdo del primer mandatario. Lo hizo tambalear, porque el golpe fue importante” relata Pignatelli.

“La situación se descontroló. Los oficiales ordenaron a los soldados formarse en batalla, la gente corría en todas direcciones, mientras Carlos Pellegrini –que venía detrás de Roca- reaccionó e inmovilizó al agresor, un hombre vestido de negro, pasándole su brazo alrededor del cuello, mientras el senador David Argüello lo tomaba de sus largas barbas”.

“Al llegar al Palacio, Eduardo Wilde, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública y prestigioso médico, le revisó la herida. Era profunda, había llegado casi hasta el hueso. Luego de limpiarla, con un pañuelo que le acercó el ministro Wenceslao Pacheco, le improvisó una venda” cierra el relato Pignatelli.

Finalmente Roca pudo realizar la ceremonia. Su aspecto es el que trasluce en el óleo el uruguayo Blanes.

«Un incidente imprevisto me priva de la satisfacción de leer mi último mensaje que como Presidente dirijo al Congreso de mi país. Hace un momento sin duda un loco, al entrar yo al Congreso, me ha herido en la frente no sé con qué arma” fue el discurso del mandatario aquella jornada que quedaría inmortalizada por siempre.

 

Para NCN por Juan José Postararo

 

Fuentes:
Archivo histórico de la Dirección de Archivo, Publicaciones y Museo HCDN
El Congreso de la Nación, Manrique Zago Ediciones, Buenos Aires, 1985.
Video gentileza  de Idomeneo Wagner

 

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