24 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

La escuela pública del PRO: burbujas de la indiferencia. Por Laura Barrionuevo, Ayelen Salvi y Rodolfo Treber

   El jefe de gobierno de la ciudad de Bs. As., Horacio Rodríguez Larreta, junto a la ministra de educación, Soledad Acuña, utilizan una causa justa, como es el derecho de escolarización de los niños, niñas y adolescentes, para sacar rédito político, con gran impunidad, sin importar las consecuencias, con la complicidad del ministro de salud Fernán Quiroz. 

La educación pública se encuentra en una condición precaria producto de la política liberal de descentralización que persiste desde la década del ´90. Las escuelas no son empresas de autogestión, en la que un equipo directivo junto a la comunidad educativa puede resolver y definir qué hacer ante una situación de pandemia; el Estado tiene la obligación de cumplir un rol planificador del cual no puede desentenderse bajo ningún concepto.

Según los antecedentes oficiales, una de cada seis personas que se infecta puede desarrollar una afección grave con necesidad de internación. Tanto niños como adolescentes suelen ser asintomáticos y el hacinamiento es común dada la crisis habitacional existente, la convivencia familiar incluye a los padres que mantienen contacto con el exterior, como también a los abuelos mayores. Así, resulta inconsistente afirmar que “la burbuja es el grado” como señaló la ministra de Educación porteña. Peor aún, planea redoblar la apuesta, ya que los docentes podrían rotar con diferentes grupos, es decir irían de “burbuja en burbuja”. Es realmente una subestimación malintencionada, luego de tildar a los trabajadores de la educación de viejos, pobres y fracasados, el descarte de las profesiones. Poca honestidad intelectual se puede esperar de una ministra que acarrea denuncias por lavado de activos y enriquecimiento ilícito con un incremento patrimonial de casi un 400 % en un año, bajo fenómenos inexplicables.

En el mismo sentido, la falsa argumentación en defensa de la educación pública que proclama Larreta, no es más que una estrategia de marketing político para perjudicar al pueblo humilde que, maltratado por desempleo, pobreza y mala alimentación, queda totalmente expuesto al virus. Prueba de este desinterés es que, teniendo un presupuesto per cápita siete veces superior a cualquier municipio de la provincia, al comienzo de la cuarentena, el gobierno de la ciudad repartió viandas miserables a los estudiantes, compuestas por puros hidratos de carbono, que no llegaron a mitigar el hambre de las numerosas familias ni a cubrir el aporte necesario de vitaminas y proteínas para el correcto funcionamiento del sistema inmune.

 Si las escuelas cerradas aumentan la deserción escolar como lo expresa el jefe de gobierno, cómodamente desde sus redes, ¿el hambre y la desocupación no lo hacen? En una dualidad sorprendente, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, cierra escuelas nocturnas y para personas con discapacidad, de manera compulsiva -sin pandemia- y por otro lado, manifiesta una profunda preocupación por el aprendizaje, la socialización y la deserción escolar -en el contexto actual- exponiendo a toda la comunidad en la que se incluye al personal sanitario. Cabe recordar, que el jefe médico Alejandro Hakim, murió reclamando mejoras salariales a su gobierno.

Asimismo, en Argentina, un país donde la educación pública y gratuita es un derecho constitucional, no podemos ni debemos dejar pasar que, a pesar de la judicialización por falta de vacantes, se dictaminó que se debe presentar un certificado de pobreza para el ingreso a la misma. Lógicamente, si el fallecimiento de un profesional de la salud no incidió en absoluto en las políticas porteñas, menos lo hará el reclamo de una madre de la villa.

 Tampoco podemos olvidar que el eslogan demagogo, “abran las escuelas”, es alentado por Mauricio Macri que siendo presidente frenó la construcción del ARSAT 3, el cual podría resolver algo fundamental en la educación de hoy, la falta de conectividad.

La declaración del ministro de Salud de la Ciudad de Bs. As., Fernán Quiroz, justifica el comienzo de clases presenciales el 17 de febrero, con más casos que el año anterior, afirmando que “hay nueva evidencia científica” y que los niños presentan una menor carga viral, mostrándolos como parte de una burbuja aséptica. Sin embargo, según el Informe del Ministerio de Sanidad de España, (Enfermedad por coronavirus, COVID-19 Actualización, 15 de enero 2021) la presencia del SARS-COV 2, aparece en muestras nasofaríngeas, con cargas virales de ARN en el mismo orden que las que se observan en adultos. Además, aunque en menor proporción, los niños y niñas también pueden tener cuadros graves de la enfermedad, como el síndrome inflamatorio sistémico, con algunos síntomas similares al Síndrome de Kawasaki y el shock tóxico. De esta manera, se demuestra la capacidad de los menores de transmitir efectivamente el virus a otras personas.

Ahora, dejando de lado la improvisación y engaños de políticos profesionales, es necesario pensar una planificación futura y responsable para la educación.

Según evidencia científica en base al aporte de Jorge Aliaga, físico del CONICET, aún con el barbijo y la desinfección correcta, existe un método para disminuir el riesgo de transmisión del virus. La medición del dióxido de carbono (CO2). La técnica se explica en que, al respirar se incorpora oxígeno, se lo transforma y se libera dióxido de carbono, al mismo tiempo que se exhalan gotas microscópicas de humedad que se encuentran suspendidas en el aire, lo cual incrementa la posibilidad de contagio. En lugares abiertos existen 400 ppm (partes por millón) de dióxido de carbono, mientras que cuando supera las 800 ppm el contagio es posible porque esa información nos indica que ese aire fue previamente utilizado por otras personas con las que se comparte el ambiente.

Es clave tener el control sobre los ambientes por medio de un sensor de dióxido de carbono, para lograr impedir que el aire no esté utilizado y sea infeccioso. Así, cuando el índice supera las 800 ppm, se puede abrir puertas y ventanas o, si no alcanzara, salir al exterior.  Por su baja complejidad de producción, los medidores para abastecer al sistema educativo y garantizar las condiciones sanitarias, podrían hasta fabricarse en las escuelas técnicas argentinas.

 No es muy difícil prever resultados desastrosos con las burbujas rotativas, en muchos casos bajo condiciones de desnutrición, hacinamiento, con el acecho constante de enfermedades de base, en familiares, docentes, médicos, enfermeros y otros trabajadores. Lo contrario al amor, es la indiferencia y lo que corresponde al Estado es de todos. Tenemos el derecho y la obligación de impedir maniobras marketineras que impactan sobre la vida de nuestro Pueblo.
Laura Barrionuevo, Presidenta Social 21, La Tendencia

 

 

Ayelen Salvi, docente

 

 

 

Rodolfo Treber, analista económico

Deja una respuesta