29 de marzo de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

«La genealogía del feminismo» Por Eliana Morales

El Marqués de Sade, Mary Wollstonecraft y Mary Shelley

El feminismo, como tal, tuvo su origen en los revueltos tiempos de la Revolución Francesa pero su origen filosófico es tan antiguo como el Hombre, es la historia de Sansón y Dalila. El feminismo es una racionalización de la sexualidad como método de control político. El primero en ilustrar este concepto es San Agustín, en su Magnum Opus, se refiere a la “esclavitud del pecado”, es el primero en ligar la libertad a la moralidad, y continúa: “El estado del hombre moral es uno de paz y tranquilidad, el estado de un hombre inmoral es uno de perpetuo conflicto”. Este pensamiento guió siempre a las civilizaciones cristianas, hasta que se produce la Revolución Francesa y los pensadores iluministas comienzan un proceso de inversión de valores. Los pioneros en este campo fueron el Marqués de Sade en Francia y Mary Wollstonecraft en Inglaterra. El Marqués de Sade hubiese estado de acuerdo con San Agustín en sus palabras pero, para él, este estado de perpetua inquietud era necesaria para llevar a cabo y mantener en pie la Revolución y la insurrección. Paralelamente, Mary Wollstonecraft escribía una refutación a “Vindicación de los derechos de los Hombres” de Burke, llamada “Vindicación de los derechos de las mujeres”, esta obra no fue de una radicalidad importante pero luego estos conceptos serían transformados en el monstruo que conocemos hoy. De nuevo en Francia, para lograr la inversión de valores, los iluministas se valieron de la mecánica newtoniana, es decir, trasladaron los principios y conceptos de esta y los aplicaron a su teoría “moral”. La moralidad ahora no era más que dinámica fluida, el amor sólo unas reacciones químicas, el matrimonio sólo atómos agrupandose de una manera, el divorcio sólo esos mismo átomos reagrupándose de una manera distinta y de hecho el matrimonio fue el blanco de Wollstonecraft en la mayor parte de sus escritos.

Sade en su obra pornográfica utiliza seguido el término “naturaleza” para describir las aberraciones que allí suceden. Esto es así porque gracias a esta nueva conceptualización de la moralidad, la naturaleza dejaba de tener propósito, como lo había entendido la civilización cristiana, sino que ahora era algo que simplemente sucedía, sin necesidad de propósito y, por tanto, había que darle rienda suelta si era innata en la naturaleza humana esa promiscuidad. Y, si lo analizamos con más detalle, esto implica la eliminación del libre albedrío, dado que este estado es debido a una configuración química que no depende de nosotros y, como consecuencia, esta liberación sexual se transforma en una explotación del débil sobre el fuerte (concepto que luego sería la base del darwinismo). “Las mujeres no son nada más que para la voluptuosidad”, repetía constantemente el Marqués. Tal vez su preferencia por la sodomía haya sido producto de tanto odio hacia lo femenino. Es irónico que uno de los mayores misóginos que haya existido sea una de las raices del feminismo pero este dió al feminismo el motivo para existir y la receta para hacerlo al mismo tiempo. La racionalización del deseo es el instrumento de control y la “liberación” al mismo tiempo. “Cuando las cadenas de la libertad se vuelven duras se necesita una contrarreacción”. Esta inversión de la moralidad cristiana es lo que Nietzsche luego llamaría “transvaluación de valores” para eliminar el cristianismo. “La Razón está reemplazando a María en nuestros templos” dijo el Marqués en una de sus sesiones como Presidente de su sección en La Bastilla. Sade se dió cuenta del enorme poder de la sexualidad en su período como revolucionario y fue el primero que instrodujo la pornografía a “gran escala”. Podría decirse que todos los sistemas políticos existentes pueden dividirse en dos: los guiados por la moral (el Logos), la cristiandad y los guiados por las pasiones (el anti-Logos) que inevitablemente llevan a la revolución. En estos sistemas, la gratificación de las pasiones se vuelve sinónimo de libertad llenando un círculo vicioso que consiste de cuatro partes:

LIBERACIÓN SEXUAL → ANARQUÍA → CAOS → CONTROL

Es decir, destruir para reconstruir según los deseos del que destruyó.

Mientras tanto, Wollstonecraft, a raíz de ciertos desengaños amorosos, comienza a radicalizar su posturas respecto a los hombres llamándolos “tiranos sistematizados”, en una serie de cartas escribió que para priorizar metas intelectuales, las mujeres debían prescindir del matrimonio. Quedaba conformado el feminismo, la familia peligraba y, con ella, el orden social.

Es así como la revolución francesa plantó el escenario para todas las psicologías progresistas que vendrían. El único mal es la “represión”, las pasiones (la prole, las mujeres, las minorías) derrotarían a la Ley (el Logos, la razón) para instaurar “el Cielo en la Tierra” (la Ciudad del Hombre).

Continuaría esta radicalización durante la primera mitad del siglo XIX, la segunda hija de Mary Wollstonecraft, Mary Shelley, célebre por ser la autora de “Frankenstein” (cuyo monstruo es sólo una manifestación de su culpa por su vida desenfrenada, pero ese es tema para otra ocasión). Shelley introduciría el “amor libre” en la agenda feminista escribiendo: “Ningún sistema podría haber sido ideado más estudiadamente hostil a la felicidad humana que el matrimonio” y adoptando este estilo de vida a la par de su esposo.

Carl Marx, Friedrich Engels, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud y Willheim Reich

En sus “Manifiestos económicos y filosóficos”, escritos en 1844, Marx afirma que «Uno puede juzgar el escenario entero del desarrollo del ser humano en las bases de las relaciones entre hombres y mujeres». Aquí daba el puntapié para lo que vendría.

En 1848, Marx y Engels publican “El Manifiesto Comunista” y los nuevos movimientos socialistas articulan esta teoría económica con el feminismo incipiente y que cada vez cobraba más fuerza. El razonamiento era siguiente: La “liberación” (que nunca olvidemos es sólo una forma de control) de la mujer vendría cuando ella pudiera liberarse de las cadenas matrimoniales y pasar a las fábircas donde encontraría verdadera satisfacción. Dicho de otro modo, la mujer debía incorporarse a la fuerza laborar y para lograrlo había que despojarla de todo sentido de responsabilidad por su familia. Había que pasar de la tiranía del esposo a la tiranía del jefe. El brillante Chesterton pronunció una vez, con la brillante ironía que lo caracterizaba, que «El feminismo está mezclado con la idea tan absurda de que la mujer es libre si sirve a su jefe y esclava si ayuda a su marido.» Todo esto cobra sentido cuando se entiende a esta liberación sexual como método de control político y económico. Las personas sin moral son más fácilmente controladas y los que rompen la ley primero son los candidatos más fuertes para volverse los nuevos controladores de la humanidad. Este es el principio en el que se basa el feminismo.

En esta cadena de hechos, sucede Friedrich Nietzsche, que es el que traslada la liberación sexual y lo vuelve un fenómeno nacional. Contagiándose sífilis adrede que tiene a los delirios de grandeza como síntoma principal, Nietzsche se propone atacar las bases del cristianismo que, además de ser lo que manteía en pie a Occidente, era también además el mayor impedimento para el avance de la nueva progresía. Ávido lector del Marqués de Sade, retoma sus ideas para terminar con los valores cristianos y es así como Nietzsche propone la “transvaluación de valores” (la inversión de la moral cristiana a la que el denominaba “de esclavos”) y una suerte de “terrorismo sexual” predicando y esparciendo la promiscuidad en Alemania. Sus escritos serían la influencia más grande de Michel Foucault de quien nos encargaremos más tarde. Es en este sentido, que Nietzsche es, muy probablemente, el mayor benefactor del feminismo en el siglo XIX a pesar de haber sido un misógino empedernido.

Mientras Nietzsche esparcía el ateísmo y el nihilismo escondido detrás de un falso vitalismo, Sigmund Freud se encargaba de formular la teoría del psicoanálisis con fundamento en la sexualidad. Mientras uno atacaba el espíritu, el otro atacaba la mente y el cuerpo.

Estamos a principios del siglo XX, comenzaban los movimientos sufragistas de la primera ola feminista que ya estaban consolidadas como movimiento político. En esta época confluyen marxismo, feminismo, freudianismo y nitzscheanismo de la mano de un joven estudiante llmado Willheim Reich. Basándose en la teoría del complejo de Edipo escrita por su maestro, Willheim Reich, afirma que Dios es una figura paterna exaltada y que de esta manera, un ataque a Dios equivalía a atacar al padre de familia y viceversa. La “liberación” mística y física. Separación de Iglesia y Estado. Aquel que controla el sexo, controla el gobierno. Se dió cuenta cuan efectiva era la sexualidad para combatir el “misticismo” entonces la revolución consistía básicamente en cambiar la conducta de las personas. Toda la agenda política de la actualidad se centra en las enseñanzas de Willheim Reich. Ahora los jóvenes revolucionarios podían tirar abajo un gobierno llevando una vida sexual promiscua, fumando marihuana y escuchando música subversiva.

En los años ‘20s, Reich se traslada a la URSS donde instala la revolución sexual como tal y puja por la legalización del aborto influenciado por el maltusianismo y porque el aborto es condición necesaria para dicha revolución. Esto desata el caos en la Unión Soviética y con la asunción de Stalin al poder tratando de frenar este incipiente estado de anarquía, Reich se ve obligado a emigrar a Alemania.

Alexandra Kollontai y Margaret Sanger

En 1916 aterriza en Estados Unidos Alexandra Kollontai, una revolucionaria bolchevique que fue expulsada de la URSS por “feminista” (en esos tiempos, un feminista era alguien que anteponía los intereses del sexo antes que los de la clase y la revolución). Kollontai no perdía oportunidad para expresar lo mucho que odiaba a la institución familiar. En “La mujer y el desarrollo social”, Alexandra explicita: «La mujer debe deshacerse de esa forma contemporánea, obsoleta y coercitiva que es la familia que le cerca el camino» y asocia a la “represión sexual” femenina con la “represión religiosa”. En su libro “La mujer nueva”, escribe «La nueva mujer no quiere posesión exclusiva cuando ama» – haciendo referencia al amor libre y a la vida promiscua que ella llama “empoderamiento” – y afirma que una mujer puede amar o tener “ego” pero no los dos, ya que si amaba a un hombre se humillaba frente a su opresor. «Tener sexo es como tomar un vaso de agua», escribe la revolucionaria rusa. El criterio “cientificista” es menester para la revolución sexual, eliminar la connotación metafísica de nuestras acciones es el paso más importante. Volver a las personas “máquinas” biológicas para ser controladas a antojo.

Durante estos años entra en escena una feminista radical un poco diferente. Margaret Sanger, a diferencia de sus antecesoras, estaba influenciada por las teorías eugenésicas que circulaban esos años y que le sirivieron de inspiración para popularizar los anticonceptivos y el aborto e intalarlos en la mente popular como “derechos” de las mujeres. Neopagana, neomaltusiana, fanática de Nietzsche, partidaria del poliamor y colaboradora del régimen nacionalsocialista, Sanger es la culminación del feminismo incorporando en sus teroías un darwinismo social radical. En el año 1914 aparecen carteles por todos los Estados Unidos de la recién establecida Planned Parenthood, fundada por Los Rockefeller y Margaret Sanger con niños en harapos y sosteniendo platos vacíos. Daba comienzo el plan de exterminio más espantoso de nuestro tiempo. La alianza de los burgueses con los revolucionarios. Dos cosmovisiones se enfrentaban; la Católica, que proponía aumentar la producción de alimentos y la maltusiana-darwinista, que advocaba por disminuir la población.
Los anticonceptivos se volvieron populares entre las clases altas y mientras estas clases más se involucraban en actividades sexuales sin fines reproductivos, más se preocupaban por aquellos que no lo hacían. Preocupados por las diferencias en las tasas de natalidad entre ricos y pobres, las clases altas comenzaron a popularizar los anticonceptivos y el aborto en las clases bajas. Entonces, la isquierda obtenía su revolución sexual y los ricos se aseguraban la permanencia de sus sistema económico.
El desequilibrio entre el índice de natalidad del indigno y del digno, es la amenaza actual más grande a la civilización. El problema más urgente hoy es cómo limitar y disminuir la sobre-fertilidad del mental y físicamente defectuoso”.
Nosotros que bregamos por el control de la natalidad… insistimos en la interrupción de la reproducción de los no aptos así como en la interrupción de toda reproducción que tenga lugar en un ámbito donde no existen suficientes recursos económicos para hacerse cargo de los nacidos sanos”

«El aumento de la clase trabajadora debe regularse, ya que se compone de imbéciles benignos, que alientan los elementos defectuosos y enfermizos de la humanidad mediante su irresponsable enjambrar y engendrar. Tenemos que eliminar la “maleza humana”, segregar a los imbéciles, desajustados y mal ajustados y esterilizar a las “razas genéticamente inferiores”», «El pivot de la civilización» (1922)

Estas razas inferiores, según Sanger eran los negros, los hebreos, los eslavos y los católicos (irlandeses, polacos, italianos e hispanos principalmente).

Simone de Beauvoir, Betty Friedan y Michel Foucault

En 1949, la filósofa francesa Simone de Beauvoir, escribe el más importante manifiesto feminista hasta el momento; “El segundo sexo”. A diferencia de la obra de Wollstonecraft, no sólo es revolucionario políticamente, sino que también lo es en su psicología. Exponente del existencialismo ateo y del feminismo, Simone no sólo ataca a las instituciones occidentales – y en particular a la Iglesia – como venían haciendo sus antecesoras, sino que se vale del racionalismo y subjetivismo Descartiano para elaborar toda una nueva filosofía del ser.

Llevando “pienso luego existo” a un nivel extremo, Beauvoir llega a negar la naturaleza (en el sentido tradicional de la palabra) de la mujer para resucitar la definición de “naturaleza” de Sade y afirma lo siguiente: «No se nace mujer: llega uno a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede construir a un individuo en un otro». Simone acaba de revolucionar el feminismo, da inicio a la segunda ola y sienta las bases de la tercera al afirmar que el ser mujer es una contrucción de la sociedad.

Simone de Beauvoir, al igual que Friedrich Nietzsche, es también una ávida lectora del Marqués de Sade. En su ensayo “¿Hay que quemar a Sade?” eleva al reolucionario como visionario de la lucha de clases marxistas. Allí enuncia «los defensores de Sade hayan sido conducidos a saludar en él a un genial profeta: su obra anunciaría a la vez a Nietzsche, a Stirner, a Freud». Para Beauvoir, Sade está “más allá del bien y del mal”. En esta obra también expresa el epíritu que la hermana con Sade, por más que aquel se haya deleitado en la tortura de las mujeres, los dos comparten un desprecio del Bien que Simone explicita en esta obra también «Ningún afrodisíaco es más potente que el desafío al Bien: (procede a citar a Sade)“Los deseos que sentimos por los grandes crímenes son siempre más violentos que los que sentimos por los pequeños”».

Es interesante apreciar como la feminista se saca el sombrero ante dos misóginos empedernidos como lo eran estos pero el feminismo tiene su raíz en esta contradiccón, como mencionamos al principio. Tanto Beauvoir como Sade comparten la misma psicología pero aplicada de distinta manera.

Otro punto de encuentro entre Beauvoir y Sade es su “gusto” por los menores de edad, hechos por los cuales fue despedida de su empleo como profesora en 1943. Gusto que también plasmó en su obra “Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita”, en la cual elogia el aspecto infantil de la actriz. En 1977 publicó una carta junto a su esposo Jean-Paul Sartre y otras personas más, en favor de la liberación de tres pedófilos acusados de abusar de niños menores de 15 años. Es claro que las motivaciones de Beauvoir eran más que ideológicas.

En 1963, una escritora independiente de origen judío llamada Betty Goldstein, mejor conocida como Betty Friedan publica uno de los mayores libros feministas del siglo XX, “La mística de la feminidad”. A la par del “Segundo sexo” de Beauvoir constituye una de las obras que dió inicio a la segunda ola feminista que fue la que lleva la “liberación” sexual a la práctica y a toda la sociedad. Este libro estaba orientado a las amas de casas en particular. El feminismo hasta entonces había tenido su origen y auge en los círculos intelectuales de élite en las univesidades, pero la revolución para triunfar debía trasladarse a los hogares. Esta segunda ola del feminismo se caracterizó por su pensamiento “interseccional”, es decir la combinación del feminismo con los movimientos de derechos civiles que se estaban volviendo populares en esa época.

En la decada del ‘70 Michel Foucault es el filósofo más leído de Occidente. Habiendo jugado un papel crucial en el Mayo del ‘68 francés, Foucault se traslada a California, EEUU contratado por la CIA para llevar la revolución sexual a América. El mismo Foucault habla de eso y lo llama “el pacto con el diablo”. La meta de Michel era instrumentar la revolución sexual en todo el mundo y la CIA fue el medio, la promesa de Foucault era que si a las masas se las entretenía con pornografía, marihuana y música subversiva, no criticarían el sistema económico reinante. Así surge la nueva izquierda, como una alianza entre los comunistas y el establishment oligarca.

Discípulo de Willheim Reich, Friedrich Netzsche y el Marqués de Sade (como casi todos sus colegas socialistas), Michel Foucault se encarga de agregar el siguiente eslabón en esta revolución: la homosexualidad. Ahora, el lector ds preguntará ¿por qué es la homosexualidad un agente en la revolución? ¿en qué afecta a la sociedad que dos poersonas “se amen” a su manera? La respuesta es que la homosexualidad tiene implicaciones filosóficas y teológicas que se trasladan al plano material. En realidad, la homosexualidad es sólo la resultante del surgimiento de la mentalidad anticonceptiva originada por Margaret Sanger. Una pareja que se encuentra tomando anticonceptivos no puede reproducirse, entonces ¿qué es lo que separa a un matrimonio heterosexual de uno homomsexual? La línea se borra, la anticoncepción le hizo perder legitimidad al matrimonio como lo conocíamos. Una vez que se desconceta al sexo de la procreación la homosexualidad es la consecuencia lógica de esa desconexión. El sexo fuera del matrimonio (con anticonceptivos), no produce vida. Toda la sociedad se homosexualiza al aceptar la anticoncepción entonces, en vez de integrar a los homosexuales en nuestra sociedad sucede al revés, la sociedad se integra en la subcultura homosexual, la sodomía se vuelve aceptable.

La izquierda atea rechaza al Logos que es Dios, fuente de toda moral y orden natural y pretenden reemplazarlo con una inversión de este, un anti-Logos. La esencia de la rebelión es sodomía y a esto lo comprendió el Marqués de Sade. No es de sorprender que la sodomía siempre haya sido popular en las altas esferas oligarcas, la sodomía, al igual que la usura, es estéril. Por esta razón Dante las ubica a ambas en el noveno círculo del Infierno. Los dos peores crímenes que en realidad son uno sólo, la muerte, el árbol que no produce frutos. El dinero es estéril y la esterilidad es la esencia de la homosexualidad, es una negación del sexo y es por eso que estas dos se han vuelto la regla de nuestra cultura. A finales de los ‘70 surge el LGBT como colectivo y optan por usar el arcoiris como bandera, esto – como vimos que nada lo es hasta ahora – no es casualidad. El arcoiris simboliza el pacto de Dios con los hombres: «Reprodúzcanse y multiplíquense: ¡llenen la Tierra!». El movimiento LGBT es la inversión de este mandamiento de Dios, la homosexualidad no engendra. Es, en su núcleo, una rebelación satánica.

En 1973, en el aniversario 200 de la Revolución Francesa, ocurre un hecho clave en la historia del feminismo; el juicio de Roe V Wade es levantado por las feministas como bandera para lograr el aborto legal. Bajo falsas acusaciones de violación (acusaciones que luego salió ella misma a desmentir en cadena nacional), la señora Roe logra tirar abajo las prohibiciones y limitaciones nacionales para realizar abortos. Otro punto en el proceso se había cumplido.

Monique Witting, Rebecca Walker y Judith Butler

Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sarte y Michel Foucault fueron el incio del auge de los filósofos franceses. Este fenómenos contunúa durante la década de los ‘70s y ‘80 culminando con Monique Wittig. Wittig tomó renombre por ser la que dió comienzo al movimiento “feminista radical lesbiano”. Comenzamos la tercera ola feminista y esta era la apoteosis final del sueño foucaultiano, el ser absoluto – y no sólo la sexualidad – como construcción social e instrumento de poder, como una completitud del “la mujer se hace” que alguna vez planteó Beauvoir. Hasta el momento, el feminismo sólo había cuestionado los roles de hombres y mujeres y sus jerarquías pero, ahora, un nuevo eje de discusión surgía: ¿qué era al fin y al cabo ser mujer o ser hombre? Si estas relaciones de poder estaba impuestas por la sociedad ¿acaso no era lógico pensar que las esencias de la masculinidad y la feminidad eran un producto del adiestramiento? En 1992 teoriza este pensamiento en su libro “El pensamiento heterosexual”. El razonamiento lesbiano de Witting no buscaba transgredir, sino suprimir completamente las categrías de género y sexo.

La feminista Rebecca Walker es la primera en acuñar el término “Tercera Ola” y en un artículo publicado en la revista “Ms” escribió lo que podría resumir en su enteridad la doctrina feminista y poner en evidencia a esta fatal ideologia como sexualidad al servicio de la política: «Así que escribo esto como una súplica a todas las mujeres, especialmente a las mujeres de mi generación: permitan que la confirmación de Thomas sirva para recordarles, como a mí, que la lucha está lejos de terminar. Deje que este rechazo de la experiencia de una mujer lo lleve a la ira. Convierta esa indignación en poder político. No vote por ellos a menos que trabajen para nosotros. No tenga relaciones sexuales con ellos, no rompa el pan con ellos, no los alimente si no le dan prioridad a nuestra libertad de controlar nuestros cuerpos y nuestras vidas. No soy una feminista post-feminista. Yo soy la tercera ola.»

En 1990, la filósofa feminista radical de origen judío Judith Butler publica la nueva biblia feminista: “El género en disputa”, allí implementa por primera vez los conceptos de “género no binario” y plantea al género como un espectro. Butler toma de John Austen su teoría de los actos del habla, es decir, del habla y el lenguaje como creadores y afirmadores del “yo”. En esta hipótesis se basa el infame ”lenguaje inclusivo”, que es en realidad una herramienta orwelliana de control mental para configurar las percepciones e ideas del común de la gente· De Michel Foucault toma su visión constructivista de la sexualidad. De Jacques Derrida (probablemente su más grande influencia), toma su teoría de la deconstrucción. En el sentido derridiano, esta visión deconstructiva tien la pretensión de acabar con el dualismo de los géneros y los sexos que no son más que oposiciones ideológicas para mantener la opresión de uno sobre el otro basada en la instauración de jerarquías. Esto significa que para eliminar la “opresión” no bastaba con cuestionar los roles de género sino que había que cuestionar el género en sí.

Al igual que el Marqués de Sade, Butler propone a la Naturaleza como una inversión de la entendida por el Cristianismo. Según Butler la naturaleza es en realidad una naturalización de la construcción cultural,. El hombre no debe atenerse a las Leyes de la Naturaleza (que para el Cristianismo provienen de Dios), sino que el Hombre crea a la Naturaleza, “el Hombre dios” como lo llamaban los iluministas de la Revolución.

Así queda constituida la teoría reinante en esta fase del feminismo que llamaremos “postfeminismo”, puesto que ya se ha superado la etapa de la «reivindicación de la mujer» y hemos entrado en otra que busca la abolición de la mujer. La teoría de la performatividad del género es lo que prima en todos los discursos de la progresía actual haciendo intersección en todas las posibles clases de “opresión”. Podríamos resumir las ideas de Butler como antiesencialistas y como el máximo ejemplo de la encarnación del antiLogos.

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