29 de marzo de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

“Los k cambian las reglas de juego a su antojo”

Por Mario Mazzitelli

Imaginemos por un momento una final de futbol. En la Bombonera juegan Boca y San Martín de San Juan. Son los últimos segundos del partido y San Martín gana 1 a 0.

El presidente de Boca entra al campo de juego y con altavoces -para que escuchen todos- interpela al árbitro: ¿Vivimos en democracia? Sí – Contesta el árbitro sorprendido; Ante el titubeo del hombre vestido de negro el presiente lo increpa: Entonces ¿Por qué se apresta a terminar un partido cuando el pueblo que desborda las tribunas quiere que continúe? Bueno –responde el referí- porque así lo indica el reglamento, son las reglas de juego. Pero acaso –insiste el presidente- por sobre las mismísimas reglas del juego no está la Soberanía Popular. Claro –responde el árbitro confundido- Entonces, dice el presidente, ¡Que levanten la mano quienes quieren 30 minutos más de juego! La ovación deja atónitos al árbitro y también a los jugadores visitantes que se aprestaban a festejar un triunfo histórico.

Felizmente, con mafias, barras bravas y todo, el mundo del futbol es más respetuoso de las reglas de juego que el mundo de la política. Las reglas se pueden cambiar, pero nunca en beneficio directo de quienes están involucrados en el juego. La división de Poderes es una conquista de la humanidad. Claro que pone límites. Pero ninguna Nación ha dejado de progresar porque el Estado tuviera que respetar esos límites. Muy por el contrario, el sistema de contrapesos crea las condiciones de confianza y seguridad para que nadie sienta que la arbitrariedad habrá de posarse sin límites sobre existencia.

Cualquier reforma profunda al Poder Judicial debe darse en el contexto de un amplio debate. Amplio en el sentido que intervenga el mayor número de ciudadanos posible y también con la extensión de los tiempos que estos temas requieren –dado que la inmensa mayoría somos legos-. Y deben quedar para un período en el que no estén presentes los protagonistas de hoy. Entonces si el cambio de reglas es aceptable.

Cuando el procedimiento es exprés, a toda velocidad y sin debate; no se trata de Democratizar. Se trata de invadir, colonizar, subordinar desde el Poder Ejecutivo un Poder Judicial que no le responde de manera automática. Soy testigo de la genuflexión con la que la mayoría de los diputados del oficialismo actúa frente a los proyectos enviados por el Ejecutivo. En muchos casos “no se les puede tocar ni una coma”, aunque estén mal redactados. Mejor actitud sería involucrarse en los temas y realizar aportes para que los proyectos surjan perfeccionados. Pero no, bajo la excusa que “tienen que gobernar y acompañar”, asumen la actitud de levanta-manos omitiendo que son representantes del Pueblo y que en nada dañarían a su gobierno con una intervención laboriosa y creativa. Ahora el Ejecutivo quiere la misma actitud del Judicial. Incluso por sobre la Constitución.

No creo que lo hagan con mala intención. Creo que interpretan que tienen la legitimidad popular y que poderes corporativos no los dejan actuar con eficiencia. Y para lograrla tienen que barrer con todo tipo de obstáculo. Lo que no están viendo, a mi modesto entender, es que avanzan sin cortapisa hacia la ecuación de “la suma del Poder público” y eso en sí mismo es reaccionario. Pertenece a una época de sociedades más simples, donde se atribuía a pocos individuos capacidades sobresalientes y donde los caudillos tenían la centralidad del Poder con las deficiencias que esto imponía en todos los aspectos. Algunos de los que alientan este retroceso son afectos a las peores experiencias autoritarias extranjeras y nativas. Y no pueden ver el error en el que se encuentran.

Después de 30 años de haber recuperado la Democracia, el mínimo común denominador que debería unirnos, más allá de diferencias, es el respeto por las reglas de juego. En nuestro caso la Constitución o las leyes electorales. Cuando se insiste en violarla o cambiarlas para perpetuarse en el Poder se alienta la rebelión popular. Y la historia, en este sentido, ya nos ha dado suficientes lecciones.

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