19 de abril de 2024

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San Martín y Rosas: el legado del sable del Libertador. Por Federico Addisi

En un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas; ferviente defensor de nuestra soberanía; Restaurador de las Leyes y altivo gaucho argentino, nada nos parece más adecuado para rendirle homenaje que recordar lo que la historia grafía mitro-marxista intentan ocultar. Esto es, la profunda admiración que el Padre de la Patria, Don José de San Martín dispensaba a Don Juan Manuel y derivó en el legado del sable de la Independencia que acompañó al Libertador a manos de Rosas.

La historia cuenta que en el 2º gobierno de Rosas de 1835 a 1852, la Argentina tuvo que enfrentar a sus enemigos internos y externos.  Los unitarios y sus «satélites» conspiraban continuamente y privilegiaban sus intereses por sobre los de la Confederación. No dudaban en solicitar el apoyo del Imperio del Brasil, de Gran Bretaña o de Francia. Todo era válido para «los hombres de las luces» con tal de derrocar al «tirano». Eran los mismos que injuriaban y forzaron el destierro del Libertador Don José de San Martín. En carta a su amigo O´ Higgins, fechada el 19 de abril de 1829 le expresa: «…los autores del movimiento del 1 de diciembre  son Rivadavia y sus satélites, y a Ud le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país sino al resto de la América con su infernal conducta. Si mi alma fuera tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado.» En la carta  citada claro que los enemigos del General San Martín y del Restaurador Don Juan Manuel de Rosas son los mismos; los enemigos de la Patria. Sin embargo, no era esta su única coincidencia.
Inglaterra había asegurado para la época, una red mundial de bases estratégicas con el fin de dominar las rutas oceánicas y el comercio, en los grandes ríos como la cuenca del Plata, imponiendo su libre navegación. Mientras Francia se aprestaba para hacerse presente en los despojos de lo que fuera la «América española»; al igual que portugueses e ingleses, Francia fijó sus miras en Montevideo como puerto internacionalizado y ambicionaba conquistar la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Misiones. Los franceses, de acuerdo al plan trazado, habían reforzado sus medios navales en el Río de la Plata en agosto de 1838; la escuadra estaba al mando del Almirante Leblanc. Se aproximaba el bloqueo.
San Martín percibe desde su ostracismo forzado la gravedad de la situación, considerando que esta guerra con Francia era en realidad por la independencia sudamericana, ya que lo que los franceses querían obtener como ventajas comerciales era un atropello, un claro intento de sojuzgarlas, tratándolas como si fueran colonias dependientes, ya que si se sometían, de hecho lo eran. San Martín interpretó correctamente la situación creada por Francia y respondió con su incuestionable amor a la Patria. En la carta del 3 de agosto de 1838 dirigida a Rosas expresaba su ejemplar actitud: «…He visto por los papeles públicos de ésta el bloqueo que el Gobierno francés ha establecido contra esa Capital: ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano». Esta fue la primera carta que escribió San Martín a Rosas; iniciando a partir de ese momento un frondoso intercambio epistolar y una sincera amistad  cargada de mutua admiración y respeto. El 24 de enero de 1839 Rosas contesta agradeciendo el ofrecimiento y le expresa: «…el alto precio que me merece la importancia de su persona recordando lo mucho que debe a sus afanes y desvelos la independencia de esta República, como también las de Chile y Perú; mas no exigir a usted ninguna clase de sacrificio que le sea penoso, ni menos que se prive del placer que podrá tener en volver cuanto antes a ésta su patria, en donde su presencia nos sería muy grata a todos los patriotas federales». Enterado el Libertador del curso que tomaban los acontecimientos y de la vergonzosa actitud de algunos de sus compatriotas, escribió a Rosas condenando en forma fulminante a los traidores aliados con los enemigos de la Patria: «…Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer». Queda claramente expresado el pensamiento de San Martín; como censuraba con clara conciencia nacionalista a quienes se unían al extranjero «para humillar a la patria»,  y coherentemente, no podía menos que apreciar en cambio la clara y valiente posición de Rosas. Compartían ambos héroes el concepto de Nación y de Patria; porque si la idea de la unidad continental era bien apreciada por San Martín y Rosas (Rosas proclamará el «sistema americano» luego del bloqueo francés) es indudable que no se trataba de una simple coincidencia o un simple anhelo teórico. Exigía una lucha concreta, nación por nación,  contra las potencias coloniales y sus aliados internos; las minorías oligárquicas que unidas al extranjero pretendían humillar a la patria y dividirla en nombre del progreso y la civilización. Afirmado en la política proteccionista de autonomía, que San Martín había esbozado en sus campañas; lograda la base de poder necesaria por la alianza con los caudillos; defendiéndose de los ataques de las potencias europeas y de la acción de la diplomacia del Imperio brasileño, Rosas se proyectaba en una verdadera  dimensión continental. Ni la guerra contra Francia e Inglaterra, ni las conspiraciones internas; nada hacía vacilar a Don Juan Manuel. Precisamente, por esta decisión, es que el Libertador Don José de San Martín  le deja su sable que lo acompañó durante toda la campaña por la independencia.
Un día 23 de enero de 1844, en París; después de haber pasado un período de enfermedad, San Martín sintió la necesidad de escribir su testamento «visto el mal estado de mi salud» como consignó expresamente, allí, en el párrafo 3 estampó su voluntad sobre el destino de su más preciada reliquia, en forma bien clara, dando las razones que motivaban su resolución: » 3.- El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla».
El documento redactado por el General San Martín  fue escrito de su puño y letra, pasado en limpio con todo cuidado, con buena caligrafía y extrema prolijidad; luego fue depositado en el archivo de la Legación argentina en París por el yerno de San Martín, Mariano Balcarce y, como es usual, nadie lo conoció hasta después de la muerte del  General, el 17 de agosto de 1850, cuando Balcarce remitió a Rosas copia legalizada, el 29 de septiembre de 1850.

El documento no sufrió modificación alguna durante más de seis años que aún permaneció con vida el Libertador, signo inequívoco que la actitud de Rosas durante ese lapso de tiempo mereció la permanente aprobación de San Martín.

 

 

Federico Addisi es Dirigente Peronista. Director Cultura Fund Rucci. Columnista de NCN. Historiador revisionista y escritor.

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