25 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

«Soberbia. Errores. Misoginia. Todos mezclados y en el mismo lodo» por Juan José Postararo

Uno de los temas de la semana fue la entrada de personajes públicos a la Casa de Olivos, mientras regía el DNU que restringía la movilidad en prevención a la Pandemia, durante Marzo del 2020.

Como siempre sucede en este tipo de cuestiones la “bomba” estalló desperdigando miles de esquirlas hacia todos lados, originando una mezcolanza de temas. Inocentes y culpables terminaron, como dice el tango de  Discépolo, inmersos “en el mismo lodo, todos manosea’os”.

Por ello es necesario, si queremos salir de la charla de café, de la protesta fácil, si la intención es surcar por el medio una grieta que se cuela en cada uno de los temas trascendentales, disociar cada situación para su posterior análisis.

En primer lugar es menester detectar que, otra vez, las “formas” quedaron en el camino. Parece imposible que los que nos tienen que gobernar apliquen, algún día, el ejemplo.  Es como que existiera una “moral política” que aplica siempre, haciendo pensar que están exentos de las “generalidades de la Ley”. Actúan con un desparpajo, repletos de una soberbia inaudita, que ya uno no sabe si es producto de una extremada inocencia o de una sensación de impunidad que les impide caer en cuenta en los groseros errores éticos en los que caen, sucesivamente, independientemente de la bandera política que alzan.

Es imposible lograr razonar de manera lógica para explicar ciertos actos. Imaginemos que uno no quiere caer en la descalificación del que no piensa igual (tan normalizada en estos años). Que la idea es entender racionalmente lo acontecido para luego esforzar una explicación. No se puede. No hay forma. No existe una respuesta. Porque incluso las mismas respuestas “oficialistas” del caso quedan cortas, son escasas, insuficientes.

«Fui por el tema de los actores. Me recibieron amorosamente en un momento en el que estábamos en el horno” explicaba la actriz Florencia Peña. «El personal que ha ido a la Quinta es personal de trabajo” sostuvo por su parte el Jefe de Gabinetes, Santiago Cafiero.

Nada de eso justifica a pleno el porqué, en medio de las restricciones a una sociedad, se permitieron estas visitas. ¿Era imposible hacerlas de manera remota? ¿Nadie se detiene a pensar en que son ellos los primeros que deben respetar las Leyes, que ellos mismos dictan e imponen?

Es complejo poder acompañar la justificación cuando del otro lado muchos de los argentinos no tuvieron las mismas posibilidades. Tampoco vale el amparo de que estaban permitido su circulación por ser “esenciales”, acaso ese permiso le permitía ir a trabajar, no reunirse con el Presidente.

Insisto, erradicando todo tipo de bandera partidaria, la conducta se repite, con mayor o menor medida, en cada uno de los representantes que llegan al poder. Pareciera que “meten la cabeza en el León” a propósito y uno no entiende si lo hacen de ingenuos o porque poseen una altanería, unas asquerosa altanería, que les permite creer que la fiera nunca los morderá. Son tan patéticos en ese aspecto que dan lastima y deslegitiman todo tipo de buenas intenciones que puedan tener.

Por otro lado está la reacción ante esos aconteceres.  Las actitudes de los Diputados Waldo Wolff o Fernando Iglesias son tan repudiables como el hecho en sí. Denigrar a una persona, seguir atacando con un alto grado de violencia machista y misógina, en un país donde matan a una mujer cada 24 horas, es inaceptable. El fin nunca justifica los medios, mucho menos cuando son funcionarios públicos. Vergüenza, repudio, es lo mínimo que merecen.

Atacar una mujer apelando a la sexualidad (o peor aún, justificar esos ataques) habla del poco nivel intelectual, de la poca seriedad de nuestros representantes para entender  y legislar, de base, sobre Leyes de Genero. Atrasamos años luz y eso es triste. Penoso.

¿Qué nivel de credibilidad puede tener el rechazo a una acción si esta amerita una agresividad tal que lo nivela en mediocridad con el acusado? Ninguna. Es tan miserable la actitud como la forma de repelerla.  No amerita más análisis.  Incluso es menester una sanción del Congreso.

Porque en primer lugar son funcionarios públicos. Si se armó tanto circo porque un hombre le besaba la teta a su mujer ¿Cómo no reaccionar ante una violencia verbal de tal magnitud, propia del medio evo? El “ni una menos” dejará de ser slogan cuando este tipo de cuestiones sean tildadas con la gravedad que ameritan.  Todo tipo de justificación nos tendrá con un crimen por día como el que padecemos.

Por último la comparación mirando el otro lado de la grieta. Otro patético modo de justificación de los errores propios. Creer que porque “son menos graves” que los de mi adversarios pueden ser sobreseídos. Otra falsedad que parece costumbre.

¿Es más grave la visita de Tinelli o Suar, para hablar de la Industria y su progreso en plena Pandemia que la visita de un Jueces o fiscales? No, claro. Pero no es comparable. Las dos ameritan el repudio, la acusación y la desaprobación. Porque amabas acciones están fuera de la Ley, tan simple como eso.

Claro que no es ético (y es mucho más grave) el hecho de que los camaristas de Casación Gustavo Hornos y Mariano Borinsky, el juez de la Cámara Federal Mariano Llorens y el fiscal Raúl Pleé haya hechos esas visitas, al por entonces presidente Macri, siendo estos claves en las causas contra Cristina Kirchner y sus exfuncionarios.

Cualquier actitud que cubre con “velo de misterio” la independencia de los poderes es, cuanto menos, preocupante. Por supuesto que es imprescindible que la Justicia debe investigar este accionar, sin dudas.

Ahora, intentar “justificar” lo sucedido en 2020 con aquellas visitas, es no entender nada. Es subestimar a la sociedad. Es hacer mecha en la grieta. Implica una actitud miserable, de esconderse en los actos ajenos y no tener la capacidad de reconocer los errores propios. Es, lamentablemente, la síntesis de la generación de políticos que nos vienen gobernando desde hace décadas. Es la podredumbre que envuelve a la “casta” política y que no parece tener fin.

De una lado y del otro. Los buenos y los malos. El mismo accionar. Imposible no escaparle a los versos del nacido en Balvanera:

Mezcla’o con Toscanini, va Escarfaso y Napoleón
Don Bosco y La Mignón, Carnera y San Martín… Todo es igual, nada es mejor.