24 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Ucrania sufre. Por Mariano Yakimavicius

La invasión rusa a Ucrania ha desatado un conjunto de padecimientos sobre la población que, de continuar, acabará en una catástrofe.

Mientras la información se concentra especialmente sobre las acciones militares rusas y la encarnizada defensa que el Estado y la población hace del país, lo cierto es que son cada vez más las personas que sufren en Ucrania.

Las muertes entre las fuerzas ucranianas ascenderían a 2870 personas a las que se agregan alrededor de 3700 heridas. Las muertes de civiles se incrementan e incluyen a niños y niñas. Se calcula en un millón las personas que dejaron el país. Pero todavía hay muchas más que padecen. La falta de acceso a los servicios públicos, al transporte, a trabajar y estudiar de manera habitual, constituye el fin de lo que era para millones de personas la “vida cotidiana”.

Miedo en la central nuclear

Tras despertar preocupación global debido a una explosión y un incendio en parte de sus instalaciones, Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa y la tercera del planeta, fue finalmente tomada por las fuerzas rusas.

La planta, que genera 5700 megawatts, supone cerca del 25 por ciento de la electricidad producida en Ucrania, uno de los mayores consumidores de energía de Europa. Más allá del peligro que supuso su ocupación, es muy probable que los invasores rusos utilicen el chantaje eléctrico como arma de guerra, sumando una preocupación más a la ciudadanía ucraniana que teme apagones a gran escala que paralicen ciudades enteras, incluyendo hospitales.

Los rusos pueden someter a la población local en una situación cada vez más difícil, incidiendo sobre el funcionamiento del Estado en su conjunto, sobre las operaciones de defensa de las Fuerzas Armadas, sobre el flujo de información y -en definitiva- sobre la vida diaria. Como antecedente cabe decir que un ataque aéreo ruso ya destruyó una planta de energía en Okhtyrka que dejó a la ciudad sin calefacción ni electricidad.

Al golpear la infraestructura, los invasores apuntan a provocar una desmoralización general de la población para que cese en su férrea defensa del país y provocar así la caída del gobierno de Volodimir Zelenski, con el objetivo de reemplazarlo por otro afín a los intereses rusos.

Sin embargo, la pérdida de infraestructura no encuentra al país desprevenido. Desde 2017 Ucrania se preparaba para poner su red eléctrica en la misma frecuencia que la Red Europea de Gestores de Redes de Transporte de Electricidad, lo que le permitiría establecer interconexiones con el resto del continente para recibir energía de emergencia. El plan original era que Ucrania se integrara a esa red a comienzos de 2023.

El 24 de febrero pasado, pocas horas después de la invasión, Ucrania desconectó su red eléctrica del sistema ruso y bielorruso, una decisión replicada por Moldavia. Tres días después, la empresa estatal de energía solicitó urgentemente una sincronización de emergencia del sistema eléctrico del país con el europeo. La red ucraniana está funcionando desde entonces en «modo isla» para demostrar que puede gestionar y equilibrar la oferta y la demanda de forma independiente, el primer paso requerido para el enlace europeo. Es por estas razones que lo más significativo que la Unión Europea (UE) puede hacer en este momento por Ucrania, es garantizarle el suministro eléctrico.

Entre el éxodo y el sometimiento

Datos de la Organización de las Naciones Unidas señalan que más de un millón de personas han huido de Ucrania desde que comenzó el conflicto. Más de la mitad de ellas se dirigieron a Polonia y varios miles han llegado a países como República Checa, Rumania, Lituania, Estonia y Letonia.

Se prevé que en la medida que el conflicto se prolongue, los ucranianos y ucranianas seguirán huyendo y ya se calcula que las personas refugiadas ascenderían a 4 millones en poco tiempo.

Hasta el viernes, la única ciudad ucraniana importante en manos de las fuerzas rusas era Jersón, de 300 mil habitantes y ubicada en el sur del país. Con un puerto con acceso al mar Negro, el dominio ruso en esta ciudad afecta la logística, el suministro de alimentos y de recursos.

En otra ciudad, Járkiv, las autoridades ucranianas aseguran que Rusia ataca objetivos civiles. Proyectiles y misiles crucero golpean constantemente las áreas residenciales.

En el sudeste de Ucrania, la ciudad portuaria de Mariúpol estuvo sometida a un intenso bombardeo por parte de las fuerzas rusas: artillería, sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples, aviones y cohetes tácticos. Cortaron el suministro de agua, energía y calefacción en varias partes de la ciudad.

Mariúpol es un objetivo estratégico clave porque apoderarse de esta ciudad permite que las fuerzas separatistas respaldadas por Rusia en el este de Ucrania puedan unir fuerzas con las tropas rusas en Crimea, la península del sur amputada y anexada por Rusia en 2014. Asimismo, allana el camino hacia Odessa. Si Rusia domina esa ciudad, tendrá control total de la costa ucraniana en el mar Negro

Aunque la capital de Ucrania, Kiev, es percibida como el principal objetivo del ataque ordenado por Vladimir Putin, el gran despliegue de tropas no ha logrado aún sitiarla.

El enorme convoy de 65 kilómetros conformado por centenares de vehículos blindados que avanzaba hacia Kiev se convirtió más bien en un gigantesco atascamiento. Eso se debió en parte a combates entre tropas rusas y ucranianas que entorpecieron el avance, pero se habrían registrado además problemas logísticos rusos y falta de abastecimiento. Sin embargo, nada impidió que prosiguieran los ataques sobre la capital, donde a lo largo del pasado jueves se oyeron fuertes explosiones.

¿Qué puede suceder?

Es muy difícil prever cómo proseguirá el conflicto. Pareciera que nadie esperaba una defensa tan cerrada por parte de los militares y de la población ucraniana. La dignidad con la que defienden su país es conmovedora. Sin embargo, cabe esperar que, en la medida que no obtenga los resultados deseados, Vladimir Putin no solamente no cesará, sino que incrementará los niveles de violencia de la invasión. Lo mismo cabe esperar que haga respecto de la política interior, donde ya mostró que está dispuesto a privar de la libertad e incluso a someter a tormentos a quienes se manifiesten en contra de la invasión. Los regímenes autoritarios tienden a endurecerse cuando enfrentan situaciones adversas.

Putin parece haber conseguido además un efecto indeseado. Si bien se suele hablar de “Occidente” como una entelequia individual, lo cierto es que se trata de un archipiélago de entidades con intereses propios, muchas veces divergentes y hasta contrapuestos. El mandatario ruso apostó a esa divergencia de intereses al percibirla como una debilidad. Sin embargo, con la invasión parece haber obrado el milagro de alinear ese cúmulo de voluntades en su contra.

Los ucranianos y las ucranianas se llevan desde luego la peor parte. Aunque desde Occidente se le faciliten armas, recursos, logística o energía, serán ellos y ellas quienes tendrán que poner el cuerpo para enfrentar a las fuerzas invasoras, infinitamente más poderosas. Allí donde logran hacer caer a un soldado ruso, la moral aumenta. Allí donde cae un ucraniano, lo que crece es el odio al invasor.

Parece entonces difícil pensar que la invasión pueda convertirse en una “ocupación” efectiva del país. El enfrentamiento a largo plazo, los costos de mantener fuerzas de ocupación y represión que serán siempre insuficientes parecen jugar decididamente en contra de los objetivos de Vladimir Putin. El gobierno de Volodimir Zelenski tuvo hasta el momento una sobrevida que no se esperaba. Aun cuando Putin planeara golpear duramente al inicio de la invasión para provocar su caída y reemplazar la administración del país por otra afín a los intereses rusos, todo parece ir complicándose a cada momento. Quizás el presidente ruso no cese hasta obtener lo que busca, y la diferencia notoria de poder militar entre rusos y ucranianos habla por sí sola. Pero habrá que esperar para saber si esa búsqueda no terminará por consumirlo. Pero eso poco importa frente a un pueblo que sufre.

 

Mariano Yakimavicius es Licenciado y profesor en Ciencias Políticas

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