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Macri: menos alumnos, más tarifas

Por Juan Carlos Junio

 

El jefe de gobierno porteño, que se reivindica como expresión de la «nueva política», incorporó a su discurso un rasgo distinto al tradicional de la derecha, presentándose como moderno con una retórica que intenta inscribirse en tradiciones democráticas. Sin embargo, la discrepancia entre sus palabras y sus acciones configura una contradicción que sólo puede ocultar la protección de los medios monopólicos, con quienes ya tiene una clara sociedad política.
El ejemplo de la educación es un botón de muestra que permite comprender la matriz ideológica del neoliberal-conservadurismo en el siglo XXI, a pesar de que se muestra como una derecha moderna y dialoguista. En casi todas sus brevísimas intervenciones en oportunidad de la apertura de sesiones legislativas, el jefe de gobierno destacó su «compromiso» con la educación pública. Los hechos no hacen más que contradecir sus promesas discursivas. Veamos, entonces, los hechos.
Comencemos por el conflicto que más ha trascendido en estos días: las nuevas formas de privación del derecho a la educación para niños y jóvenes que no tienen vacantes en las escuelas de la Ciudad.

El tema se mezcla con el nuevo formato de inscripción online, que venía a traer soluciones eficaces frente a la tradicional manera de anotarse, supuestamente caduca. Al respecto, resulta necesario rescatar que esa antigua forma de interrelación entre los padres y la escuela es un modo de encuentro, reconocimiento y participación concreta de la familia en la vida escolar y, a su vez, de la escuela en la vida familiar. Ahora, en nombre de la modernidad instrumental, se intenta suprimir ese vínculo.
El ministro de Educación de la Ciudad, Esteban Bullrich, hizo una modestísima autocrítica y pidió paciencia porque hay unos 11 mil niños y niñas que hasta el día de hoy no tienen lugar en las escuelas públicas. El pedido ministerial de más tiempo para resolver la crónica de una injusticia anunciada se completa con la idea de que «cuando vuelvan los docentes» se irá resolviendo la angustia colectiva frente a un nuevo incumplimiento de las responsabilidades del Estado. Digámoslo claro: ahora quiere mezclar a los docentes –que ayer retornaron a los colegios– en este desmanejo que expresa una política pública para la exclusión.
Si nos detenemos a valorar la cuestión nodal de la asignación presupuestaria, apreciaremos su orientación política. El primer año del macrismo se asignaba a Educación un 28% del presupuesto y actualmente ese guarismo se redujo al 21 por ciento. Cuando se analiza el grado de cumplimiento, se registran subejecuciones en todos los rubros, menos el correspondiente a transferencias a la educación privada, incluyendo a instituciones que cobran altísimas cuotas a sus clientes pedagógicos. O sea: menos presupuesto educacional y preferencia por las escuelas con dueños. Mientras tanto, en el Instituto Bernasconi, orgullo de escuela pública de la ciudad, el GCBA incorporó cuatro aulas de durlock para salir del paso.
En su política educativa, el gobierno de la Ciudad expresa también una manifiesta inspiración tecnocrática, ya que vincula la idea de «buena educación» al resultado de pruebas estandarizadas, que vienen revelando su incapacidad de entender las realidades pedagógicas concretas. La decisión de crear un Instituto de la Calidad Educativa, así como la insistencia en la evaluación de los docentes, en una perspectiva punitiva, es el prólogo de un modelo pedagógico «a la chilena», que ha estallado por los aires y es cuestionado por millones de ciudadanos y ciudadanas de ese país.
Con matices de grado, el autoritarismo ha sido un rasgo constante de todos los ministerios de Educación del PRO. Recordemos que el primer ministro macrista del ramo, Mariano Narodowsky, está procesado por escuchas ilegales y no tuvo mejor idea que presentar demandas penales contra menores que ocuparon colegios en protesta por las inaceptables condiciones edilicias que el macrismo había prometido resolver. El otro ministro, Abel Parettini Posse, defendió explícitamente a la dictadura genocida y acusó a los jóvenes de potenciales criminales y siempre sospechosos de rebeldía.
Claro que la educación no es la única expresión autoritaria de la política pública del PRO. La muy promocionada Policía Metropolitana reveló una particular concepción de seguridad. Sus primeros dos jefes fueron procesados por diversos actos ilegales. La brutal represión a los ocupantes de la Sala Alberdi y a los profesionales, trabajadores y pacientes del Hospital Borda dan cuenta de un verdadero modo de gestión del conflicto social.
En estos días, el gobierno porteño puso en el tapete otro tema vital para nuestros ciudadanos: los subterráneos. Recordamos que en su campaña de 2007 Macri se preguntaba públicamente si no éramos tarados que no podíamos construir diez o 15 kilómetros de subte por año. Frente a esas definiciones tan fuertes, el balance de lo hecho en este sentido es ciertamente paupérrimo. En lugar de esos kilómetros de subte, se delinearon unas pintorescas bicisendas. Para el subte, el macrismo abrió a regañadientes algunas estaciones construidas por gestiones anteriores. Su política de transporte subterráneo más consistente ha sido el rapidísimo y sistemático aumento de las tarifas, lo que se tradujo en una sostenida reducción del universo de usuarios. El aviso de un nuevo aumento desde el 1 de marzo desnuda esta tendencia exclusivista. La única verdad es que quiere desalojar a los sectores más humildes de este vital medio de transporte.
Queda claro que el dialoguismo y el respeto a las instituciones que el jefe de gobierno porteño exige regularmente al gobierno nacional es pura cháchara, ya que no se compadece con el que él mismo practica en su gestión. Además, hay otro elemento muy importante para ponderar: la vinculación del Ejecutivo con el Legislativo. Macri vetó nada menos que 118 leyes votadas por la Legislatura, muchísimas de ellas por el propio bloque oficialista.
La política pública del macrismo se expresa con un lenguaje marketinero, pero si observamos las acciones concretas de su gobierno veremos una inequívoca orientación de ciudad para minorías. Una «ciudad para pocos», debiera decir abiertamente para consignar su verdadero programa de gobierno. Más que un político moderno, Mauricio Macri es un neo-oscurantista disfrazado.

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