7 de mayo de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

El sigilo de Don Augusto|Por Silvina Batallanez

Fue hace unos años. Era un mediodía fresco y soleado como el de hoy. Había ido a Martínez a hacer unos trámites. Entro a un Banco cerca de la estación de tren y me choco sin querer con alguien que me pide disculpas aunque la torpeza por distraída fue mía. Al instante reparo en que me resultaba conocido.  Me quedo pensando y lo observo alejarse por la calle hacia el lado de la barrera en un andar lánguido y calmo.

La historia de cómo lo reconozco más tarde es -valga la redundancia- otra historia dentro del baúl de encuentros donde, si estamos atentos y con nuestro corazón dispuesto a reconocerlos, podemos cruzarnos todos los días con un hombre perteneciente a esa RAZA 82 de valientes que supimos conseguir.

Ese Señor fue parte de las acciones de combate de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque que destruyó al segundo destructor de la marina real: el HMS Sheffield. Una hazaña de eficiencia operativa que fue tomada como premisa para la formación de pilotos aeronavales en los principales institutos militares del mundo gracias al excelente nivel de profesionalismo por parte de los pilotos y el personal técnico, así como por el coraje de estos soldados alados destacados a enfrentar la enorme y bien preparada flota británica.

Recordarlos es recordarnos que si queremos podemos echar con prudencia y sigilo a los invasores, porque tenemos los mejores recursos del mundo, empezando por quiénes son capaces de manejarlos: nuestros hombres nacidos acá, en la tierra que tanto desean los británicos desde hace siglos.

La Historia

El 4 de mayo de 1982 dos aviones Super Etendard de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque iniciaron el hundimiento del destructor antiaéreo Tipo 42 HMS Sheffield D80. Esta acción marcó un hito en la historia de la Armada Argentina y en su actuación aérea para admiración del mundo durante el Conflicto del Atlántico Sur.

El SP-2V Neptune 2-P-112, al mando del capitán de Corbeta Ernesto Proni Leston, detectó al Sheffield al sudeste de isla Soledad y lo siguió sigilosamente durante unas tres horas durante la madrugada. A media mañana, los aviones Super Etendard, piloteados por el capitán de Corbeta Augusto Bedacarratz y el teniente de Fragata Armando Mayora, despegaron de la Base Aeronaval Río Grande, armados con misiles Exocet.

Así fue que a las 11.04 de ese día, Bedacarratz ordenó: “¡Lanzar ahora!”. Mayora no escuchó la orden, pero vio el lanzamiento, pulsó su gatillo y el misil desprendido de una de las alas de su avión cayó y encendió motor propulsor. El HMS Sheffield recién detectó el ataque cuando un oficial en el puente de comando divisó una estela al ras del mar.

En pocos segundos el misil impactó justo en el centro del buque donde estaba la Central de Información de Combate. El buque inglés se incendió rápidamente y tuvo que ser abandonado. Herido de muerte se fue a pique hacia las profundas aguas del sur luego de seis días.