20 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

NOTA DE OPINIÓN – ¿Alguien quiere un muerto?; por Alberto Asseff*

La violenta y sorpresiva protesta del miércoles 28 de junio frente al Ministerio de Desarrollo Social no fue un piquete más ni otra flagrante violación al derecho humano fundamental de transitar libremente. Antes de seguir, diré que sabemos que trabajar y alimentarse también son prerrogativas esenciales, pero esta nota no se centra en la enumeración y examen de los artículos 14 y 14 bis de la Constitución, sino en un punto básico del que dependen los próximos veinte años – como mínimo – de nuestro país. Podríamos sintetizarlo en un dilema: el pasado como futuro o un futuro de cambio.
Ciertamente, el presente es harto complejo. Sufrimos una decadencia que data de más de medio siglo y que tiene su raíz en algo muchísimo más sombrío que una persistente seca o una caída de los precios de nuestra producción. Acá de desplomó la moral de una Nación. Se quebró el espíritu nacional. Una seca – o una inundación extraordinaria – se resuelve con canales y obras hidráulicas. Una merma de los precios se soluciona diversificando la matriz productiva, trocando la estructura económica. Empero, un derrumbe moral sólo puede revertirse con una estrategia, dificilísima de plasmar, de índole contracultural.
La ‘cultura’ del asistencialismo debe ser erradicada reentronizando la del trabajo y esa es una faena de naturaleza histórica que por empezar exige una Política de Estado y estadistas que la ejecuten. Ya sabemos – y padecemos – la carencia de los dos. La pobreza dura y estructural a la que hemos sido condenados por décadas de pésimas (no) gestiones – sí, porque hemos sido desgestionados, algo mucho más penoso que mal gestionados – que empezaron con la ayuda social para algunos pocos realmente necesitados para culminar con el actual perverso sistema de 9 millones de argentinos empobrecidos subordinados a la asistencia estatal que con la más absoluta irresponsabilidad no exige capacitación o prestación laboral. En este contexto esos compatriotas están condenados a la miseria perpetua, legándola inexorablemente a sus hijos y nietos.
En el marco – y realmente como un generador de la declinación del país – vivimos una lucha por el poder casi sin entreactos ni interregnos. La mala política no da respiro. Es como un polirrubro 24 horas. No duerme nunca. Por lo menos hubo un tiempo en el que país crecía cuando los desgestionadores descansaban. En los tiempos decadentes, pareciera que se turnan y así cumplen tiempo completo de destrucción de futuro. Sí, son depredadores del porvenir. Cada día lo acotan más, hasta tornarlo pesadumbroso. Siempre, salvando las excepciones que por suerte existen.
Lo del 28 de junio en la Nueve de Julio colmó todas las medidas. Ese engendro de las cloacas del poder que se llama Quebracho salió encapuchado, con palos y piedras, decidido a lograr que la autoridad conjugue el verbo legal reprimir – es la ley actuando, siempre que no la ultrapase con excesos. La Argentina es el único lugar del mundo donde detener a un delincuente flagrante es motivo de reclamos. La represión es una palabra que, a pesar de estar doscientas veces en el Código Penal, los agentes del desorden la han estigmatizado. Así el caos nos va invadiendo haciendo inviable cualquier proyecto de país. Quebracho quiso que aparezca el estigma en la escena para nutrir así a su designio caótico.
Si fuese verdad que ejerciendo en la calle el derecho de petición el país superare la pobreza, deberíamos salir los 43 millones ya mismo. Pero lo real es que esa modalidad para manifestar las exigencias se limita a desplegar el país pobre y a alejar cualquier perspectiva de inversión, producción, empleo y prosperidad. Las reivindicaciones son más planes asistenciales e incrementar su monto. Nunca exigen una economía de prosperidad ni han planteado siquiera debatir cómo nos podríamos encaminarnos hacia ella.
Lo de miércoles pasó de castaño oscuro. No se trató de la desgastada solicitud de más dosis del sistema incubadora de pobres, sino una provocación incitando a la represión y en rigor preparando la vía para que haya un muerto. Alguien quiere un muerto como factor conmocionante y desestabilizador institucional.
Quizás advirtiéndolo se pueda aventar este tenebroso plan.

*Diputado del Mercosur y Diputado Nacional MC

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