4 de mayo de 2024

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Para que el ciudadano tenga el control.

Padre Nuestro… Por Miguel Ángel de Renzis

En el norte de Italia, cerca de la frontera con Francia, y sobre el Mediterráneo, por un camino montañoso se arriba a una villa llamada Costa D’Oneglia. Es un punto intermedio entre Génova y San Remo, de calles angostas e irregulares. Allí nació Domingo Francisco Belgrano y Peri el 15 de julio de 1730. En 1753 viajó al Virreinato del Rio de la Plata con la idea de vender aceite de oliva, aceitunas, frutas secas y otros productos de aquella región. Era el primer italiano que llegaba a estas tierras.

Se casa con María Josefa González Casero y el 3 de junio de 1770 nacía un hijo al que le pusieron Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
El nacimiento ocurrió en una vivienda de la hoy Avenida Belgrano 432, que en 1930 fue demolida para ampliar y ensanchar la calle.
Hoy allí se levanta el edificio Calmer que recuerda con una simple placa que allí nació y falleció Manuel Belgrano.
El 20 de junio de 1820, a los 50 años, en la más triste de la pobreza, endeudado porque el Estado no le pagaba los sueldos que le debían, y en plena anarquía cuando Buenos Aires tuvo en un mismo día, tres gobernadores, el cuerpo de ese hombre rubio de 1.80m yacía en soledad y en el olvido de sus conciudadanos.
Los biógrafos de aquel tiempo dicen que Manuel, antes de expirar, alcanzó a expresar “AY PATRIA MIA”.
No sabemos si lo dijo o no, pero obviamente a cuatro años de la independencia nacional que la ciudad estuviera en plena anarquía provocada por la resistencia a la constitución unitaria de 1819, marca nuestro propio devenir.
Manuel estudió en el Colegio San Carlos, hoy Nacional Buenos Aires.
Sus padres luego lo enviaron a la Universidad de Salamanca, posteriormente a la de Valladolid, ambas de España y el 31 de enero de 1793 Belgrano se recibió de abogado.
Fue periodista, economista, docente, improvisado general, vocal de la Primera Junta, activista del Congreso de Tucumán, triunfador en Tucumán y Salta contra los realistas. En el 1814, dos años antes de la Independencia, era el secretario del Consulado Español en Buenos Aires.

Y además, el creador de la enseña nacional.

Hace 201 años uno de los padres de la Patria se iba en el silencio más hostil que un patriota puede sentir en su tránsito a la inmortalidad. El testamento de Belgrano decía que cuando el Estado le pagara lo adeudado, se cancelaran las deudas y el resto se dedicara a la construcción de escuelas en el Norte. Pasaron más de 180 años para que el Estado cumpliera el designio de Belgrano.
Así como en 1930 derribaron su casa, también lo hicieron con el Cabildo, con parte de la casa de Rosas, y con tantos otros lugares históricos del país.
Hoy en la calle Venezuela al 400 se puede ver la fachada de la casa del Virrey Liniers, donde el primer pirata británico que invadió Buenos Aires arregló su rendición.
Allí se entregó William Beresford en 1806.
Belgrano encabezó la expedición al Paraguay, organizó el éxodo jujeño y murió de hidropesía (edema o retención de líquido que acompaña a diversas enfermedades del corazón, riñones y aparato digestivo).
El día que comenzaba el invierno, el 20 de junio, en esta parte del mundo, y que es el día más corto del año, con apenas 50 años, se iba uno de los padres de la Patria.
En el siglo pasado, el 20 de junio de 1973, llegaba al país para inmortalizarse en la Argentina, JUAN DOMINGO PERON.
San Martin en Francia, Rosas en Inglaterra, ellos esperaban que Perón se quedara en España. No pudieron. El pueblo resistente lo trajo definitivamente.

Ese pueblo que le faltó a Belgrano y que lo rescató a Perón.

El 20 de junio se iba el creador de la enseña nacional, la que San Martin, Rosas y Perón defendieron, rechazando los imperialismos de todos los tiempos.

Esa causa nacional a la que Belgrano le dedicó su vida… PADRE NUESTRO… QUE ESTAS EN EL CIELO.

 

Miguel Angel de Renzis es periodista

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