2 de mayo de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

«El Mercosur necesita decisiones» Por Alberto Asseff

Hace un cuarto de siglo irrumpió como un paso histórico, destinado a escribir todo un ciclo de la región meridional de nuestra América. Se tenía la sensación que empezábamos a superar la irracional fragmentación que fue el derivado indeseado de la emancipación de principios del s.XIX. El MERCOSUR en 1995 comenzaba a dejar el sueño para devenir en realidad.
Veinticinco años después parece desfalleciente y, lo más grave, ni siquiera aparecen los diagnosticadores. Claro está, sin diagnóstico no existen ni tarapias ni terapeutas. Sólo tenemos detractores y escépticos.
Debe decirse sin ambages: no hay integración posible, aunque sea gradual y lenta, sin cesiones de porciones de soberanías nacionales. Lo que exhibe el escenario es que ‘todos somos hermanos’, pero cada uno en su casa, haciendo la propia, con escasa voluntad de hacer algo coherente y conjunto. Y, para colmo, con la persistencia de prejuicios que nos disocian y hasta con actitudes discriminatorias y confrontaciones pseudoculturales.
Veamos una provisoria lista de insuficiencias y descoordinaciones: no tenemos una estrategia común antiendemias, ni siquiera antiepidemias; no hemos acordado una política conjunta por el cambio climático; no logramos proponer una reforma consensuada de la ONU y demás organismos internacionales; no tenemos una respuesta compartida frente al delito transnacional complejo – narcotráfico, contrabando en gran escala, trata, tráfico de órganos, pornografía infantil, venta de armas de guerra; ¿Una Oficina Policial del Mercosur, tipo Europol?; ni se hizo el bosquejo de esta idea, como tampoco para que exista una Mesa de Inteligencia Criminal para intercambiar información para la prevención y el combate del delito; no tenemos una política consensuada de visas extrazona; no existe ni una reunión anual de los Bancos Centrales para examinar – aunque sea como sobrevuelo – convergencias en política monetaria; aún carecemos de un mero listado de prioridades en orden a obras de infraestructura (esa enumeración implicaría que hemos concordado en un modelo de desarrollo y de vinculación entre nosotros y de nosotros con el mundo; si priorizamos el túnel de baja altura al Pacífico, por caso, es porque estamos resueltos a unir el Atlántico con esa cuenca y erigirnos en continente bisagra con todas las proyecciones geopolíticas que ello importa); no pudimos enviar misiones público-privadas conjuntas para abrir mercados; no tenemos una marca ‘Mercosur’; no habilitamos nuestras embajadas para que todos los Estados del Mercosur y sus ciudadanos puedan usarlas como propias, inclusive economizando, de modo no sobreponer esfuerzos y costos en zonas – como África – donde bien podríamos cooperar; no hemos emitido el pasaporte del Mercosur, preludio de la ciudadanía común; no arquitecturamos una Corte de Justicia con amplias incumbencias para dirimir conflictos; todavía está pendiente que los estudios superiores sean habilitantes en toda la geografía mercosureña; no existen miras de que dispongamos de registros de conducir válidos en toda el área; no hay ni algo mínimo, como lo es controles aduaneros y migratorios unificados; de la libre circulación de personas, ni se habla; ¿armonización fiscal?; nada de nada; no avanzamos en la estrategia de Defensa del Atlántico Sur ni en un acuerdo para tornar simétrico el equipamiento de las FFAA; no hacemos ni un amague de practicar ciencia e investigación en conjunto, patentando para beneficio de la Región; las famosas cadenas de valor integradas son en gran medida declamaciones; no hay ni un proyecto para que las instituciones del Mercosur se consoliden, incluido el Parlasur, órgano que debería transitar hacia la naturaleza legislativa, apeándose de su condición de mero ‘parlamento’, demasiado parecido a una asamblea universitaria, lejano de las necesidades de los pueblos.
El MERCOSUR debe rediseñarse, darse nuevo paradigma si es que aspiramos a ser actores planetarios. Nuestros recursos dan para que imprimamos otro ritmo y busquemos metas más ambiciosas. El pantalón nos da para una gran zancada, pero falta que la mente lo desee. Flaquean la voluntad y la visión.
No queremos un MERCOSUR sobreviviente, sino existente, potente, dinámico, protagonista. Es hora de ceder un poco de lo propio en aras de nuestra grandeza actual y sobre todo futura. Lo que más gravitaría en el mundo es un MERCOSUR movilizado en el camino de la integración profundizada. Eso sería una genuina “vuelta al mundo”.
¿Qué hacer? Todo lo que falta y hemos enunciado como carencias más arriba. La coyuntura es compleja inclusive desde la faz política interna de varios países. Habrá que superar ese obstáculo también.
En síntesis, a este MERCOSUR que descorazona hay que responderle con más y mejor MERCOSUR.
*Dip.nacional MC; diputado del Parlasur
Partido UNIR- Frente Renovador

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