26 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Media humanidad en la pobreza. Por Sergio Ferrari

El «privilegio» del empleo

Fueron necesarias apenas tres semanas para que la evaluación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el impacto laboral de la pandemia pasara de “grave” a “dramática”. Con un acento creciente en el sector informal. Entre su primer informe sobre el Covid-19 y el mundo del trabajo publicado el 18 de marzo pasado y las estimaciones actualizadas difundidas en la segunda semana de abril, la OIT cambió su punto de referencia. Ya no se trata de comparar la actual crisis con el terremoto financiero del 2008, sino con los estragos resultantes de la Segunda Guerra Mundial. En esos 20 días, las infecciones a nivel mundial se multiplicaron por seis. El 81 % de la fuerza de trabajo –más de 2.700 millones de trabajadores/as— padecen de desempleo total o parcial. Y de continuar esta tendencia, en el segundo semestre del año en curso la reducción del empleo golpeará a 195 millones de trabajadores/as a tiempo completo, teniendo como referencia una jornada laboral de 48 horas semanales. Según la OIT, 3.300 millones de personas ya están siendo afectadas, de una u otra forma, por la crisis laboral. 1250 millones, es decir el 38% de la población activa mundial, se ubican en sectores que viven una grave caída de la producción, en particular el comercio al por menor, los servicios de alojamiento y comidas y las industrias manufactureras. En segundo nivel del impacto —más del 11 %— se encuentran las artes, entretenimientos, recreación, transporte, información y comunicación. Entre los sectores por el momento menos golpeados por el desempleo: la salud, educación, servicios públicos esenciales, administración pública y defensa, así como la agricultura y ganadería. En tanto la construcción, minería, seguros y actividades financieras están siendo medianamente afectadas a nivel mundial. En el estudio actualizado de la OIT (https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/briefingnote/wcms_740981.pdf) la alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía informal, que representan en su totalidad unos 2.000 millones de personas, la mayoría en países emergentes y en desarrollo de ingreso bajo y mediano. Con el agravante que, en general, carecen de protección básica, de cobertura de seguridad social, de atención médica y, en caso de enfermedad, de sustitución de ingresos. India, con 400 millones de trabajadores informales, Nigeria, Brasil, Indonesia, Pakistán y Vietnam, se encuentran entre las naciones que por concentración demográfica más sufrirán el impacto. Sin embargo, regiones enteras, como Centroamérica o la América andina, dependen en gran medida de las actividades informales. Las que tienen, también, una fuerte incidencia en las concentraciones urbanas latinoamericanas, desde Buenos Aires hasta la ciudad de México, pasando por Bogotá, Caracas, Lima o La Paz.

La pandemia desinformativa

Beber alcohol fuerte, comer gran cantidad de ajo, bañarse con agua casi hirviente, ingerir medicamentos caseros… Miles de informaciones falsas sobre el Covid-19 explotan en Internet, en las redes sociales y en las plataformas de comunicación. «La información falsa y poco fiable pone en riesgo muchas vidas», señala la Organización Mundial de la Salud, que en una de las peores semanas de su existencia —debido al retiro de la cuota decidida por los Estados Unidos—, saluda el esfuerzo de distintos actores de Naciones Unidas para confrontar la desinformación. Con los Consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus 2019-nCoV, (https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters) intenta salir al cruce de creencias, desinformaciones o métodos “caseros”, que se presentan como eficaces para contrarrestar el virus. Con el agravante, además, de que detrás de muchas desinformaciones se expande el comercio creciente de medicamentos falsificados o adulterados. Ese comercio “trucho” se extiende a reactivos, máscaras, desinfectantes e insumos adquiridos en el gran mercado virtual internacional. En los últimos días, y con insistencia, la UNESCO —organismo de la ONU dedicado a la ciencia, a la cultura y a la información— reivindicó el rol del periodismo de calidad, productor y portador de fuentes y hechos certeros. Contrarrestando la multiplicación exponencial —como el mismo coronavirus— de las fake news, promueve, por ejemplo, en Twitter, las etiquetas #ComparteConocimientos#PiensaAntesDeCompartir y #PiensaAntesDeHacerClick. Ya en la segunda quincena de marzo, la Federación Internacional de Periodistas (FIP) que nuclea a 600.000 trabajadores del sector, había advertido sobre la necesidad que “periodistas y medios informen sobre hechos y con fuentes fiables, sin especulación alguna”. Y convocaba a autoridades públicas e instituciones médicas a suministrar “información puntual y transparente”. Fue la misma FIP quien en la segunda semana de abril condenó los ataques sistemáticos del Presidente brasileño Jair Bolsonaro a periodistas de su país. Un estudio al que hace referencia la central sindical mundial con sede en Bruselas contabiliza más de 140 ataques de este tipo, en los últimos tres meses, en torno a la cobertura informativa de la pandemia. Esa estrecha frontera entre confrontar la desinformación y el riesgo a la censura de toda crítica fundada, fue subrayado también por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien expresó su inquietud por las restricciones a la libertad de prensa. Michelle Bachelet indicó en la segunda semana de abril que esto ya ha sucedido con periodistas sancionados, por ejemplo, por informar sobre la falta de máscaras protectoras. «La crítica no es un delito», enfatizó. Exhortando a todos los Gobiernos a aumentar el acceso a información y a las estadísticas precisas, ya que «la transparencia es primordial y puede salvar vidas en una crisis sanitaria».

Media humanidad empobrecida

Si la explosión desbocada del desempleo y la problemática de la desinformación acompañan la nueva coyuntura pandémica mundial, el tema de la deuda externa se convierte en agenda crucial de países y regiones. No solo la antigua, acumulada y pendiente. Sino también la nueva, que muchos Estados contraerán para hacer frente a la crisis de supervivencia. Fue uno de los temas cruciales, por ejemplo, del debate interno de la misma Unión Europea durante las últimas semanas y aún pendiente de resolución. Un grupo de 60 organismos y agencias de las Naciones Unidas llamaron el pasado 10 de abril a los gobiernos a abordar la actual recesión y su repercusión en las naciones más empobrecidas del planeta. Según las instituciones onusianas, miles de millones de personas viven en países al borde del colapso económico debido a la combinación explosiva de los “problemas financieros impulsados por la pandemia del Covid-19, pesadas obligaciones de deuda y un descenso de la ayuda oficial al desarrollo”, subraya el documento del Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre Financiación para el Desarrollo. Actores de primer orden de la sociedad civil internacional subrayan, también, el riesgo de que a causa de la pandemia más de 500 millones de personas, adicionalmente, caigan en la pobreza. Así lo señala Oxfam internacional en su reciente informe Elijamos dignidad, no indigencia (https://www.oxfam.org/es/informes/elijamos-dignidad-no-indigencia), que acaba de ser difundido en la segunda semana de este mes. La magnitud de esta crisis, según la ONG internacional, excede toda proyección racional. “Podría suponer un retroceso de una década en la lucha contra la pobreza y de hasta 30 años en algunas regiones como África subsahariana, Oriente Próximo y el Norte de África. Más de la mitad de la población mundial podría vivir en condiciones de pobreza tras la pandemia”. Oxfam exige a los organismos internacionales (incluidos al FMI y al Banco Mundial, que tienen prevista su reunión de primavera este tercer fin de semana de abril) “cancelar inmediatamente el pago de la deuda en 2020 y alentar a otros acreedores que hagan los mismo”. Y recomienda «acordar la inmediata inyección de dinero en los países de desarrollo para ayudarles a rescatar a las comunidades en situación de pobreza y vulnerabilidad». Pronósticos, estadísticas, proyecciones, cada día peores, cada semana más dramáticas. En solo algo más de tres meses, la Tierra parece ser otro planeta y la humanidad no termina de agotar su capacidad de asombro.

*Periodista

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