16 de abril de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

«Ni siquiera si me matan me voy a morir»

Por Manuela Lasdica, Lic. en Relaciones Internacionales en la Universidad de Bolonia, Maestria en Estudios Internacionales, periodista internacional

Es noche en Roma y Silvio Berlusconi esta triste y furioso. Con una cara oscura, las manos arrugadas que cubren su rostro, el ex primer ministro italiano, actualmente senador, salia la semana pasada de los palacios romanos denunciando una campaña de acoso del Gobierno de Enrico Letta contra él y pidiendo la dimisión de los cinco ministros de su partido (PDL). Otra maquiavélicas maniobras de Il Cavaliere que hace desatar un fuerte terremoto político. En esta ultima semana, los italianos parecen haber vivido una vez más una escena de aquella película en donde se espera una declaración de guerra. Con el corazón latente, respiro corto y ojos fijo en las pantallas de las televisiones, el pueblo de la bella Italia esperaba la decisión del “Supremo” para saber hasta que punto su poder puede tener consecuencias sobre la estabilidad del actual gobierno. En efecto, aunque para el italiano medio, acostumbrado a los numerosos cambios de Gobierno que han marcado la historia política italiana desde la posguerra, no se trate de ninguna novedad, la actual crisis política podría convertirse en una de las más trascendentes y más significativas de la historia dada la fuerte crisis económica que vive el país.
Esta vez el caus belli elegido por Berlusconi ha sido el aumento del Iva al 22% anunciado con un ultimátum por Enrico Letta y el partido de izquierda (PD). “Invié la delegación del Pueblo de la Libertad al gobierno – afirma el ex primer ministro – para evaluar la posibilidad de presentar inmediatamente sus dimisiones. Porque el Pueblo de La libertad  no puede ser cómplice de otro acoso impuesto por la izquierda a los italianos”  Esta es la justificación formal de la crisis: la no aprobación del decreto que frenaba el aumento del IVA.  Ante este escenario, el magnate-político ha pedido a los suyos afilar armas. La consigna parece haber sido aumentar la tensión dentro del ya frágil gobierno italiano, una amalgama integrada por los conservadores del Pueblo de las Libertades (PDL,el partido de Berlusconi) y por los progresistas del Partido Democrático (PD). Esta composición, liderada por el ex democristiano Enrique Letta, era la única solución que se halló tras las elecciones del pasado mes de febrero, cuando gracias a otro golpe de Berlusconi cayó el precedente gobierno de Mario Monti, dejando al Parlamento fragmentado entre largas formaciones. Sin embargo Don Silvio había avisado: “Si el Partido Democrático (PD) me tira por la borda, se acaba la mayoría”. Dicho y hecho, el aumento del impuesto del Iva ha sido la justificación para un posible quiebre de la coalición. De esta manera el anuncio de la dimisión dentro del Gobierno de los cinco ministros del Pueblo de la Libertad abre una larga batalla parlamentaria que ha caracterizado la vida política italiana de la ultima semana. Pero ya sabemos, Il Cavaliere es un prestigiador, un verdadero maestro cuando se trata de sorprender.

El miércoles pasado, cuando el jefe de gobierno presento la votación de la moción de confianza, después de su anuncio de no apoyar al gobierno, despertando de esta manera la preocupación de toda europea, con un golpe de timón que deja sorprendidos hasta sus fieles aliados, como si nada hubiese pasado, al Senado Berlusconi hace marcha atrás anunciando el apoyo de su partido a la coalición gobernante. El gobierno esta a salvo, Letta puede seguir gobernando, Italia va adelante. Se supera otra jornada oscura, caracterizada por una fuerte caída de la Bolsa causada por la pesadilla de la crisis política, con las cancillerías europeas que alertan el leader del centro derecha y con la prima de riesgo de Italia que se dispara. Pero Italia gana una vez más, así por lo menos parecen anunciar  los principales diarios italianos. Sin embargo, al día siguiente de la votación la pregunta es constante: cuanto podrá durar este  euforismo que salpica en todos los medios y en las caras de los políticos italianos? Cabe señalar que el caos desatado por Berlusconi, ha provocado no pocas consecuencias en su partido. Un malestar generalizado ha sido manifestado por todos los discípulos del Magnate.

Hasta Angelino Alfano, secretario del PDL y actual vicepresidente del Gobierno, declaró su evidente molestia al afirmar que “en el partido no pueden prevalecer posiciones extremistas”.  Fabrizio Cicchitto, su más cercano colaborador, se lamentó de que una decisión tan importante como la dimisión de los ministros del Gobierno de coalición haya sido tomada “por un reducido grupo y con la ausencia del vicepresidente del Gobierno, Alfano, y de los portavoces del Parlamento”. Por lo tanto, parece que una fuerte fractura se este deslizando dentro de la grande maquina política del PDL con los moderados por un lado y los halcones fieles a Berlusconi por otro. Quizás el mismo cambio de ultimo momento de Il Cavaliere  votando a favor del gobierno, haya sido un favor concedido a sus compañeros más moderados para tratar de mantener unido el partido. En efecto algunos analistas ya hablan de una perdida de su poder: “Berlusconi ha perdido el cetro.” se murmulla. El chantaje al que  ha sometido al Ejecutivo podría volverse al final en su contra y estas podrían ser sus ultimas horas en el Parlamento italiano del cual, acordamos, podría ser expulsado en consecuencia de la condena por fraude fiscal. Sin embargo dudar de su salud y su fuerza política podría ser un error y el mismo no termina de recordarlo a sus amigos y a sus enemigos: “Ni siquiera si me matan me muero” declaro en estos últimos días.

Una cosa es cierta, mientras todo gira al rededor de la imagen del lider del PDL, el país y los italianos pagan las consecuencias de sus caprichos. Italia sigue sumergida en una grave crisis económica. La tasa de desempleo subió al 12,2%, la más alta desde 1977 y  los jóvenes sin trabajo han superado el 40%. Frente a estos datos alarmantes se suma una practica política grosera y destabilizante con un pueblo ya casi resignado.

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