26 de abril de 2024

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Para que el ciudadano tenga el control.

Qatar o cómo subirse al mapa mundial

Por Mariano Yakimavicius, Licenciado y Profesor en Ciencias Políticas

La copa mundial de fútbol es un codiciado escenario que le permite en este caso a una monarquía absolutista, promocionar al país e intentar limpiar su imagen.

Qatar es un país con una superficie de 11.571 kilómetros cuadrados, tamaño similar al de las Islas Malvinas o a la mitad de la provincia de Tucumán. Es una pequeña península dentro de la península arábiga y su territorio es desértico: no llueve más de 100 milímetros por año en promedio. Eso explica por qué el 99 por ciento de la población vive en ciudades. De sus 2,9 millones de habitantes, sólo el 15 por ciento es población nativa, el 85 por ciento restante son extranjeros. ¿Por qué? Porque la riqueza de Qatar atrajo a miles de trabajadores, especialmente de países del sudeste asiático como India, Nepal, Bangladesh y Filipinas. Ese dato explica también por qué el número de hombres supera al de mujeres 3 a 1.

Ahora bien, los motivos por los cuales la dirigencia política qatarí buscó un escenario tan  codiciado como el mundial de fútbol para mostrar al país, para ponerlo en el circuito político global y exhibirlo como modelo de prosperidad, son otro asunto.

La respuesta económica, es que el mundial es una vidriera fenomenal, especialmente si lo que quiere venderse es energía en un momento en el que el mundo tiene problemas para proveerse de ella debido a la guerra entre Rusia y Ucrania. Qatar acaba de cerrar un contrato multimillonario con China para proveerle gas natural licuado durante los próximos 27 años. China necesita imperiosamente de fuentes de energía que le permitan seguir creciendo al ritmo programado para poder superar a los Estados Unidos como primera potencia económica global. Debe señalarse en este punto que Qatar posee el 13 por ciento de las reservas mundiales de gas natural.

La respuesta política está directamente relacionada con la intención de la monarquía absolutista qatarí, opresiva, retrógrada y autoritaria, por “lavar” su imagen.

Lo que hay que saber acerca de Qatar

Hasta mediados del siglo pasado el país estaba prácticamente deshabitado, menos de 30 mil personas vivían en Qatar hacia 1940. El descubrimiento de petróleo otorgó un primer gran impulso a la economía del lugar que, hasta ese entonces, tenía como principal fuente de ingresos el comercio de perlas. Los yacimientos de crudo atrajeron una ola inmigratoria y, entre 1960 y 1986, la población se quintuplicó

Qatar es gobernado por la familia Al Thani desde 1868 y está pautado que la sucesión es hereditaria sólo entre los hijos varones. Sin embargo, no fue hasta 1971 que dejó atrás su condición de protectorado británico para convertirse realmente en un país independiente. El 27 de junio de 1995, el príncipe Hamad bin Jalifa dio un golpe de Estado incruento y derrocó a su propio padre. Como nueva autoridad, Hamad bin Jalifa, decidió encarar un proceso de reformas y de modernización del país impulsado por el reciente descubrimiento de North Dome-South Pars, la mayor reserva de gas natural del planeta.

Antes de descubrir esas reservas, Qatar dependía de Arabia Saudita. Sucede que los pueblos de composición étnica árabe y religiosamente musulmanes, no constituyen un grupo homogéneo. De hecho, Arabia Saudita e Irán (donde la población no es mayoritariamente árabe sino persa) son las dos grandes potencias islámicas de Medio Oriente y entre ellas existe una rivalidad polarizadora.

Cabe mencionar que, en términos religiosos, los saudíes son sunitas -pertenmecientes a una variante puritana y extremista denominada wahabismo- y los iraníes son chiítas. Justo en la mitad de ambos se encuentra Qatar.

Saudíes e iraníes se disputan el poder por el control del Golfo Pérsico, los mercados de los recursos energéticos tradicionales y la hegemonía del islamismo en Medio Oriente, motivo por el cual, todos  los países de la región quedan involucrados en esa pugna.

El descubrimiento de gas natural le otorgó a Qatar ingresos suficientes para independizarse de la influencia de Arabia y le permitió al emir Hamad bin Jalifa lanzarse al juego geopolítico.

Semejantes ingresos le permitieron a Qatar convertirse en uno de los países con mayor crecimiento en menor tiempo en todo el planeta. En 2005 se creó el Fondo Soberano de Inversión de Qatar para gestionar esos recursos. Dicho fondo adquirió acciones de la bolsa de Londres, donde adquirió la emblemática tienda Harrods, además de obtener participaciones en grandes compañías, como la automotriz Volkswagen, las aerolíneas Iberia y British Airways, los bancos Barclays y Credit Suisse, y el Empire State de Nueva York. Qatar Airways está considerada entre las mejores aerolíneas del mundo. Fondos qataríes adquirieron el club de fútbol Paris Saint-Germain, donde juega Lionel Messi, además de patrocinar a otros importantes equipos como Barcelona, Bayern Múnich, Roma, y Boca Juniors. Como el “relato” también es importante, no es casual que la cadena de televisión qatarí Al Jazeera sea una de las más vistas en el mundo.

Sin embargo, esa veloz y fenomenal modernización económica, no tuvo un correlato respecto de la política y las costumbres sociales y el país continúa siendo profundamente reaccionario.

Poder, más poder

Además de sus inversiones la dirigencia catarí consolidó una alianza estratégica con los Estados Unidos, que estableció tres bases militares en el país. Desde ese lugar se ejecutaron acciones para las guerras de Irak, Siria y Afganistán, y la base sirvió como centro de evacuación tras la caótica retirada de Kabul en agosto de 2021.

Además de afianzar sus relaciones con los Estados Unidos, el régimen catarí extendió su influencia de otras maneras. La monarquía de los Al Thani no sólo pagó millones de dólares en rescates a Irán, sino que también se financiaron actividades de grupos señalados como terroristas, tales como los Hermanos Musulmanes, Hamas, Al Qaeda, Isis, los Talibanes, el Frente Al-Nusra o los rebeldes hutíes de Yemen. En la guerra en Siria, el emir decidió apoyar al presidente Bashar Al Asad, pero luego cambió de opinión y financió a los rebeldes. El gobierno catarí también avaló las revueltas que culminaron con la destitución de los mandatarios de Túnez, Libia y Egipto en 2011.

En el afán por expandir su influencia, el régimen Qatarí jugó a dos puntas cada vez que pudo aliándose a los Estados Unidos por un lado y a Irán por el otro. En el camino, acabó por impacientar a su mayor vecino, Arabia Saudita. Desde 2017, la monarquía de los Al Saud acusa a Qatar de financiar a grupos terroristas e impulsó un boicot en su contra, al cual se sumaron Bahréin, Egipto, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Maldivas, Mauritania y el gobierno del este de Libia. Además de romper relaciones, expulsaron a los embajadores y clausuraron las rutas aéreas y marítimas.

Que Arabia Saudita acuse a Qatar de financiar al terrorismo es que como si el muerto se asustara del degollado. El verdadero motivo se encuentra en el coqueteo del régimen qatarí con Irán.

¿Y los derechos humanos?

Como sucede en todo régimen reaccionario, autoritario, la respuesta es: “bien, gracias”. No hay libertad de prensa que se haga eco de las denuncias de las numerosas organizaciones que denunciaron graves violaciones a los derechos humanos de los trabajadores que participaron de los preparativos para el Mundial.

La real cantidad de muertes producidas durante la construcción de la infraestructura mundialista -que incluye siete de los ocho estadios de fútbol, un nuevo aeropuerto y un nuevo sistema de subterráneo- no se puede precisar. Amnistía Internacional asegura que perecieron más de 15 mil trabajadores. El diario británico The Guardian, asegura que fueron alrededor de 6 mil setecientos. Por su parte, las autoridades qataríes y la FIFA, sólo reconocen 37 muertes. Lo más probable es que jamás se sepa con certeza cuántas personas murieron durante la organización del Mundial, pero todo parece indicar que la cifra es de varios miles.

Entre las causas se encuentran las temperaturas de hasta 50° C, jornadas interminables de trabajo, escasas medidas de seguridad, falta de descanso, amenazas de expulsión del país si no se aceptaban las condiciones, imposibilidad real de cambiar de empresa, e incumplimiento en los avances en la legislación laboral.

Independientemente de lo mencionado, las leyes cataríes avalan la discriminación contra las mujeres, que necesitan un permiso de los hombres para viajar, casarse, ir a la universidad, firmar contratos, ir al hospital y hasta para tomar un taxi o salir de sus casas si son menores de 25 años. El divorcio puede ser solicitado por los hombres de manera unilateral, pero las mujeres deben presentarse en tribunales para solicitarlo, con condiciones económicas siempre desfavorables. Las esposas no pueden negarse a mantener relaciones sexuales.

También hay una marcada intolerancia con la comunidad LGBTIQ+. Las relaciones homosexuales pueden significar años de cárcel e incluso pena de muerte. Lo mismo ocurre para aquellas personas que “inciten a la sodomía” o a otras “acciones inmorales”.

Futbol, poder e hipocresía

Se calcula que el emirato gastó más de 200 mil millones de dólares en organizar este Mundial, lo que lo convierte en el más caro de la historia. La monarquía absoluta de los Al Thani busca así promocionar económicamente al país, encontrar aliados occidentales y lavar su imagen.

Es difícil no caer en la hipocresía si cuestionamos las claras violaciones a los derechos humanos en las que incurre el gobierno qatarí si luego nos rendimos frente al televisor y al deporte más popular del planeta. La Copa del Mundo parece un evento irresistible y tanto la monarquía qatarí como la FIFA lo saben. Este último organismo ya dio sobradas pruebas de corrupción, y sería deseable que tuviera reglas claras en cuanto a la exigencia de libertades civiles para designar a los países organizadores del mundial.

Pero por el momento, para la mayor parte de la humanidad parece haber cosas más importantes que los derechos humanos, la flagelación de las mujeres, la muerte de trabajadores inmigrantes o la libertad de las personas dependiendo de su elección sexual. A veces la riqueza, la tecnología y el entretenimiento logran que veamos oasis donde sólo hay aridez.